28 febrero 2023, martes de la 1ª semana de Cuaresma. Puntos de oración

Cuántas veces me he encontrado en mi oración pensando en mis cosas y mi oración se ha convertido en una conversación que solo giraba en torno a mí. ¡Pero qué fácil lo tenemos los cristianos, que el mismo Señor nos ha dejado las palabras con las que podemos orar! En este rato de oración de hoy, vamos a rezar el Padre Nuestro despacio, saboreando el significado de cada palabra, y lo haremos acompañados de una reflexión sobre el Padrenuestro escrita por santo Tomás de Aquino.

PADRE. Dios es Padre porque nos creó a su imagen y semejanza, es providente con nosotros y nos adoptó como hijos. Por nuestra parte brotará alabarle, no sólo con los labios, sino sobre todo con el corazón, e imitarle en la perfección del amor y de la misericordia que va siempre acompañada por las obras. 

NUESTRO. Esta palabra nos sitúa ante nuestro prójimo, a quien debemos amar por ser nuestro hermano. Santo Tomás nos recuerda las palabras de san Juan: “Quien no ama a su hermano, al que ve, ¿cómo va a amar a Dios, a quien no ve?”.

QUE ESTÁS EN EL CIELO. Estas palabras nos ayudan a prepararnos para orar imitando, contemplando y deseando los bienes de arriba, donde está Cristo, y nos configura para que nuestra vida sea semejante a la de nuestro Padre del cielo.

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE. Pedimos que el nombre de Dios se nos revele y se nos haga manifiesto. Nombre admirable, porque obra maravillas en todas las criaturas. Es un nombre digno de salvación, como dice el apóstol san Pedro: “No se nos ha dado bajo el cielo otro nombre que pueda salvarnos” (Hch 4, 12). Es un nombre digno de veneración, pues al nombre de Jesús debe doblarse toda rodilla “en el cielo, en la tierra y en el abismo” (Flp 2, 10). Es un nombre inefable ante el que toda explicación resulta insuficiente. Se le llama roca en razón de su firmeza; se le llama fuego, porque purifica nuestro corazón de todo pecado; se le llama luz, porque la luz disipa las tinieblas, así el nombre de Dios ilumina nuestra mente.

VENGA A NOSOTROS TU REINO. Pedimos que no sea el pecado quien reine en nuestro mundo, sino Dios. Si deseamos que sea Dios realmente el Señor de todos, renunciamos a todo deseo de venganza; si esperamos la gloria del paraíso, no nos preocupamos por las cosas del mundo; y si pedimos que Dios y Cristo reinen en nosotros, debemos ser mansos porque el mismo Cristo fue manso y humilde.

HÁGASE TU VOLUTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. Esto supone una gran humildad. Cuando vivimos de acuerdo con la voluntad de Dios, nuestro corazón camina por el camino recto. Dios no nos creó en vano, sino para que alcancemos la vida eterna. La salvación consiste precisamente en alcanzar el fin para el que fuimos creados. Con esta petición pedimos que se cumpla también esta voluntad salvífica en quienes todavía peregrinamos por este mundo como ya se ha realizado en los santos que están en el cielo.

DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA. Dios se preocupa de nuestras necesidades temporales. El pan de cada día resume todas estas necesidades. Cristo nos enseña a pedir el pan “nuestro” y no el ajeno. La expresión “de cada día”, entendida como el de un día o el de un cierto tiempo, nos anima a vivir el momento presente y no la preocupación excesiva por el mañana. Este pan puede entenderse también como el pan del sacramento de la Eucaristía y como el pan de la palabra de Dios.

PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN. Vivir en la humildad reconociéndonos pecadores; pero también vivir desde la esperanza y la confianza plena en la misericordia de Dios del que se arrepiente y se confiesa. Además, para ser perdonados se requiere también que nosotros perdonemos las ofensas de nuestro prójimo. Si no perdonamos a nuestro prójimo, Dios no nos perdonará a nosotros.

NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN. Con esta petición le pedimos a Dios que podamos evitar el pecado, que no nos sobrevenga una tentación que nos haga pecar. Tentar es poner a prueba nuestra virtud. La tentación puede ser una manera de comprobar hasta qué punto estamos disponibles para hacer el bien.

Y LIBRANOS DEL MAL. Le pedimos a Dios que nos libre de todos los males, tanto del pecado como de la enfermedad, la aflicción o cualquier contrariedad. Dios puede librarnos en ocasiones de las aflicciones o, en otros casos, convertir las pruebas y tribulaciones en bien. Santo Tomás relaciona esta petición con la virtud de la paciencia y el don de la sabiduría, así como con la bienaventuranza que proclama dichosos a los que trabajan por la paz. Por medio de la paciencia alcanzamos la paz, tanto en la prosperidad como en las adversidades.

AMÉN. Es la confirmación general de todas las peticiones. Así sea. 

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