Primer viernes de cuaresma.
Anteayer miércoles de ceniza.
Aún nos dura el entusiasmo
propio del inicio de las cuaresmas o los advientos. ¿Llegaremos en esta ocasión
“vivos” al final de nuestra cuaresma? ¿O los propósitos iniciales se irán
dejando de lado a lo largo de este tiempo de conversión?
Las lecturas de hoy son muy
reveladoras: la clave de esta cuaresma no estará en lo que hagamos nosotros.
Sino en lo que permitamos con humildad hacer al Señor en nosotros.
Hoy viernes, podemos no comer
carne, y despellejar vivo al hermano. Puedo proponerme hacer ayuno de móvil, y
permanecer apagados y fuera de cobertura con el Señor. ¿De qué serviría?
Los sacrificios no te
satisfacen:
si te ofreciera un holocausto,
no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado y
humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo
desprecias.
Dediquemos esta cuaresma
nuestras mejores energías, orientemos nuestros más nobles deseos, a ofrecer al
Señor un corazón contrito y humillado. Él no lo desprecia, pues le agrada
rotundamente. Una cuaresma al modo de María. Silenciosa. Llena de amor. Rica en
frutos de conversión. El Novio está con nosotros, todos los días, hasta el
final de los tiempos.
Señor: ¿Qué vienes haciendo en mí? ¿Qué puerta vienes tocando para que te la abra? ¿A qué misión me envías? Señor, Tú…, solo Tú…