En el relato del Evangelio de hoy me gustaría destacar dos ideas.
La primera, la familia.
Jesús es presentado, acompañado de María y José. En familia. Para llevar
a cabo un rito de tradición judío: tanto el rescate del niño con su
presentación delante de Dios en el templo, como la purificación de María.
Fidelidad, obediencia a la voluntad de Dios. Qué importante es que vivamos esa
fidelidad conjunta. Una fidelidad en esta ocasión contenida en la palabra y las
tradiciones que el pueblo tenía. Todos sabemos cuál ha de ser nuestra fidelidad
vivida en familia a lo que Dios nos pone en nuestra realidad, de Movimiento,
parroquia...
Por otro lado, el Evangelio de hoy nos dice explícitamente que Jesús
“crecía e iba robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de
Dios lo acompañaba”. Nuestra vida como cristianos ha de ser un continuo
crecimiento. Y no sólo espiritual sino también en conocimiento. Más allá de la
curiosidad, somos los cristianos los que tenemos que dar firmeza a tantas ideas
que la sociedad actual nos plantea como relativas y líquidas. Ser promotores de
la verdad. Que es una, que es única y que muchas veces no conseguimos
transmitir por desconocimiento a un entorno que nos la demanda continuamente.
Pidamos hoy, con humildad, la gracia de ir integrando estas dos propuestas en nuestros hábitos que, como laicos miembros de la Iglesia, debemos vivir, pues es en gran parte lo que más necesita en estos tiempos.