4 febrero 2023, sábado de la 4ª semana de Tiempo Ordinario. Puntos de oración

En las lecturas de hoy me llaman la atención dos pensamientos relacionados. El primero, el Señor como el pastor que conduce a sus corderos. El segundo, el llamamiento expresado en el imperativo venid, con el matiz que en esta llamada de hoy encuentro. 

1.  El Antiguo Testamento, cito a Martín Descalzo, nos habla de un pastor único (Ez 34, 23) que recogerá las ovejas de en medio de las gentes, las reunirá de todas las naciones, las llevará a su tierra y las apacentará sobre los montes de Israel (Ez 34, 13). El amor de este Pastor se anuncia en tonos conmovedores: Apacentará a su rebaño como pastor, lo reunirá con su mano; llevará en su propio seno los corderos y cuidará de las ovejas paridas (Is 40, 11). En boca del mismo pastor se pondrá la descripción de este tremendo amor: Buscaré la oveja perdida, traeré la extraviada, venderé la perniquebrada y curaré la enferma; guardaré las gordas y robustas (Ez 34, 16). Bajo este Pastor las ovejas estarán seguras: Les daré pastores que de verdad las apacienten, y ya no habrán de temer más, ni angustiarse, ni afligirse (Jer 23, 4). Bajo su cayado las ovejas se sienten felices: El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas, me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan (Sal 23, 1-4). En el Nuevo Testamento, Jesús muestra su compasión cuando se enternece ante la multitud porque andaban como ovejas que no tienen pastor (Mc 6, 34). El amor de este pastor va más allá, incluso, de lo que los profetas imaginaron. Él conoce a las ovejas y las llama por su nombre (Jn 10, 3); vive obsesionado por su pequeño rebaño (Lc 12, 32); por el dará su vida (Jn 10, 10-15).    

2. El imperativo venid, en este párrafo, es una muestra más de la compasión de Jesús, en este caso hacia los más cercanos: sus discípulos. Jesús es un hombre de una resistencia física contrastada, practica el duro trabajo de la pesca con sus apóstoles, sabemos de sus continuas y larguísimas marchas a través de montes y valles por caminos muy rudimentarios. En la última caminata de Efraín a Betania, por caminos en los que no hay una sola sombra, habría recorrido alrededor de 40 Kilómetros en una jornada y habría llegado lo suficientemente descansado como para participar aún aquella noche en el banquete que le prepararon Lázaro y sus hermanas (Jn 12,2). Si damos credibilidad a la sábana santa, el hombre envuelto tenía 1,83 de estatura, una altura considerable cuando la media de sus coetáneos rondaría el 1,60. Resiste una vida errante; tiene tanto que hacer que, a veces, le falta tiempo para comer (Mc 6, 32). Luego, cuando les está diciendo: Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco (Mc 6, 31) está pensando en sus discípulos, no en su propio descanso. Jesús es un hombre para los demás.

  

Archivo del blog