Perder es ganar: la oración es creer y callar en la presencia de Dios.
Dejar que Él hable, se descubra y nos enseñe a dar a la vida, en todo momento.
El alma se limpia con el perdón, se hidrata con la oración, se nutre con
la palabra, se protege con la fe y se tonifica con el amor de Dios.
Señor, cuando mis amigos y familiares me preguntan quién eres Tú,
reconozco que a veces no sé muy bien qué contestar, porque eres un misterio que
sobrepasa infinitamente mi capacidad intelectual. Jesús, dame de tu amor para
que, a falta de palabras, pueda dar testimonio de Ti con mis obras. “El Señor,
desde el cielo, se ha fijado en la tierra”. (Salmo 101, 20b)
Cuando Jesús nos dice claramente aquello que dice a los discípulos, es
decir, que su misión se cumple no en el amplio camino del triunfo, sino en el
arduo sendero del Siervo sufriente, humillado, rechazado y crucificado,
entonces puede sucedernos también a nosotros como a Pedro, y protestar y
rebelarnos porque eso contrasta con nuestras expectativas, con las expectativas
mundanas. En esos momentos, también nosotros nos merecemos el reproche de
Jesús.
Acompañé el otro día a un amigo diácono permanente a celebrar la palabra
de Dios en un pueblecito de las Hurdes, en la provincia de Cáceres.
Tardamos cuatro horas en ida y vuelta. ¡Cómo se valora la persona de
Jesús cuando ves a gente que acude en este tiempo con el frio! Dices la
verdad, que Jesús empezó con doce apóstoles y la Iglesia se ha extendido, pero
nos gustaría que fuera más de prisa y todo el mundo le conociera. Pero los
tiempos han cambiado y también hoy, como en su época, hay gente que le da la
espalda.
“El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los
ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
Dios tiene tres actitudes: cercanía, misericordia y ternura. Y con esas
tres ¡basta! Está toda la teología ahí. Dios cercano, que está en mi mano. Un
Dios misericordioso que me perdona siempre, un Dios tierno que me acoge, me
regenera, me resucita...
En este tiempo que estoy en oración, puedo reflexionar y
ver. ¿Quién es Jesús para mí? Después de este tiempo de Navidad, ¿Jesús
sigue siendo naciendo en mí y sigue el centro de mi vida?
¡Santa María, que así sea!