Cristo te espera hoy en la Eucaristía, déjale entrar para que pueda
hablarte al corazón.
Cuán grande será el gozo de descubrir que toda buena acción hecha por
amor a Cristo esconde en ella el mismo amor de Cristo por nosotros.
Y es que las buenas obras hechas por amor al prójimo son actos en los
que el mismo amor de Cristo se encarna. Y ¿qué hay más grande que dejar que
Cristo se encarne en nuestra vida?
En muchas ocasiones nuestra vida es como el relato que nos propone el
Evangelio de hoy. Nuestra vida, nuestra moral, incluso nuestra fe en Cristo
está supeditada a nuestro puesto laboral, nuestra imagen, compromisos sociales
y, cómo no, también a nuestras debilidades del corazón. La vida nos pone a
prueba en casi todo; la fe especialmente.
No nos equivoquemos al dar nuestra palabra a quien sabemos nos ama.
“Oh Buen Jesús, «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi
reino (todo lo que tengo)»”, y deja que Jesús vaya y pregunte a su Madre: «¿Qué
le pido?».
Seguro que la petición no nos entristece.