7 febrero 2023, martes de la 5ª semana de Tiempo Ordinario. Puntos de oración

Os propongo en la oración de hoy meditar sobre la obra de Dios, que el primer capítulo del Génesis nos recuerda. Y contraponerla a las obras de los hombres cuando se olvidan de lo más importante, el Señor. 

Vamos a releer despacio las palabras del Génesis, que nos siguen recordando que las obras de Dios son siempre buenas: las aguas, los pájaros, la tierra, el cielo, los grandes cetáceos, los seres vivientes que se deslizan, las aves, ganados, reptiles, fieras, etc. “Y vio Dios que era bueno”.

Dios tiene para su obra también una misión: “sed fecundos y multiplicaos”.

Pero, sobre todo, el Génesis nos recuerda que la mayor obra de la creación es el hombre: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza… Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó». Varón y mujer bendecidos y con una misión también: «Sed fecundos y multiplicaos». Pero aquí se resalta, no que fuera bueno lo que Dios había hecho, sino que “era muy bueno”.

Antes esta gran obra de Dios que somos nosotros, y que culmina en Jesucristo, no podemos menos que repetir en nuestra oración, con el salmo: ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Pero Jesús, en el evangelio, nos pone delante nuestra pobre realidad, dañada por el pecado. Lo que les dice a los fariseos y a los escribas nos lo está diciendo a nosotros: 

«Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».

«Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y hacéis otras muchas cosas semejantes».

Y es que, cuando no ponemos a Dios en el centro de nuestra vida, cuando ponemos de hecho el mayor interés en otras “cosas”, entonces con facilidad caemos en la trampa de la hipocresía.

Examinemos en este día nuestro corazón, pidamos luz al Espíritu Santo, y supliquemos al Señor que nos lleve de la mano y nos ayude a descubrir esas “tradiciones” que en el fondo le suplantan a él, que nos son ÉL.

Podemos terminar con esas palabras que con singular fuerza repitió san Juan Pablo II en su primer viaje apostólico a España, allá por el año 1982: “Solo Cristo, lo proclamamos agradecidos y maravillados”.

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