"Y le inspiró en el rostro aliento de vida".
Pidamos al Espíritu su aliento, y lo dará. Lo necesitamos para estar en
el desierto. Pidámoslo también para los que nos rodean. Y demos gracias a Dios
porque continúa manteniéndonos en su Espíritu.
"Cogió de su fruto, y comió".
Me quedo de rodillas ante Dios, en mi lugar. Contra toda apariencia,
Dios es el mayor y único Bien, la Vida. El fruto que es bueno en algunos
aspectos no es bueno para acercarse a Dios, no es bueno en absoluto, entonces.
No queramos ser diosecillos.
Examinemos qué cosas que parecen buenas, en realidad, nos alejan de
Dios.
En todo momento necesito pedirle: "Oh, Dios, crea en mí un corazón
puro, renuévame con espíritu firme".
Con creces me concede el Señor esta petición. Le doy infinitas gracias por ello. Los cristianos recibimos a raudales el don gratuito de la justificación gracias a Jesucristo. Allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Lo hace enfrentándose también a la tentación, asumiendo su condición humana para que, venciendo la tentación, todos quedáramos justificados.