1. Llegamos al final de la Cuaresma, entramos en la Semana más Santa de todas. La liturgia del día es sobrecogedora. Nuestra iglesia nos zarandea, nos avisa por mil y un modo para que estemos despiertos, para que no sigamos dormidos.
2. Fuera rutina: Dos soldados romanos hacen guardia al pie de la cruz. Presos de la rutina y el aburrimiento, piensan con envida en sus compañeros de Roma que tienen la suerte de ver los grandes desfiles militares, los juegos del Circo, y comentan: “¡Mala suerte, aquí, en provincias, nunca pasa nada!” Y estaba PASANDO TODO, LA PASCUA
3. ¡Hosanna! La antífona nos pone las pilas: ¡Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor! Llega después la procesión de Ramos y la hermosa liturgia en la que se nos invita a participar –en términos conciliares- “activa y conscientemente”. Todo tiene sabor a fiesta, aclamación, metámonos en la escena como si presentes nos hallásemos. ¡Viva Jesús, hosanna!
4. Murió en la cruz para que siguiésemos su ejemplo:
La oración COLECTA no tiene desperdicio: “Dios todopoderoso y eterno, tú quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros sigamos su ejemplo; concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testimonio, y que un día participemos en su resurrección gloriosa. Por nuestro Señor”.
5. Muy despierto para ver la docilidad de su entrega: El Libro de Isaías 50,4-7 nos alerta: El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. Sí, hay que estar muy despierto, para darnos cuenta de lo sublime que vamos a vivir. Y me quedo aquí: “Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado”.
Docilidad, entrega, conformidad con la voluntad del Padre. ¡Descalzaos, entramos en tierra santa, en la Semana Santa, en el corazón de Cristo que se deja pisotear para salvar al mundo!
Madre, tus ojos para mirarle, tus oídos para escucharle, tu corazón para amarle.