La escena de resurrección que nos narra S. Juan es muy plástica y se presta a muchas reflexiones. Me ha parecido que nuestro santo Padre ilumina muy bien este evangelio. Además, nos ayuda para acordarnos de pedir por él en el 7º aniversario de su pontificado.
La composición del momento y lugar:
- El mar de tiberiades, por la noche.
- El corazón de los discípulos lleno también de sombras
- El Maestro en lontananza, dando instrucciones de dónde pescar
- La invitación a tomar pan y pescado
- El abrirse los ojos del corazón para reconocer al Señor resucitado
Papa Benedicto XVI – Homilía de la Misa de inauguración de su pontificado (24/05/05)
Desde ahora serás pescador de hombres (Lc 5,10)
La llamada de Pedro a ser pastor, que hemos oído en el Evangelio, viene después de la narración de una pesca abundante; después de una noche en la que echaron las redes sin éxito, los discípulos vieron en la orilla al Señor resucitado. Él les manda volver a pescar otra vez, y he aquí que la red se llena tanto que no tenían fuerzas para sacarla; había 153 peces grandes y, "aunque eran tantos, no se rompió la red" (Jn 21, 11).
Este relato al final del camino terrenal de Jesús con sus discípulos, se corresponde con uno del principio: tampoco entonces los discípulos habían pescado nada durante toda la noche; también entonces Jesús invitó a Simón a remar mar adentro. Y Simón, que todavía no se llamaba Pedro, dio aquella admirable respuesta: "Maestro, por tu palabra echaré las redes". Se le confió entonces la misión: "No temas, desde ahora serás pescador de hombres" (Lc 5, 1.11).
También hoy se dice a la Iglesia y a los sucesores de los apóstoles que se adentren en el mar de la historia y echen las redes, para conquistar a los hombres para el Evangelio, para Dios, para Cristo, para la vida verdadera. Los Padres han dedicado también un comentario muy particular a esta tarea singular. Dicen así: para el pez, creado para vivir en el agua, resulta mortal sacarlo del mar. Se le priva de su elemento vital para convertirlo en alimento del hombre. Pero en la misión del pescador de hombres ocurre lo contrario. Los hombres vivimos alienados, en las aguas saladas del sufrimiento y de la muerte; en un mar de oscuridad, sin luz. La red del Evangelio nos rescata de las aguas de la muerte y nos lleva al resplandor de la luz de Dios, en la vida verdadera. Así es, efectivamente: en la misión de pescador de hombres, siguiendo a Cristo, hace falta sacar a los hombres del mar salado por todas las alienaciones y llevarlo a la tierra de la vida, a la luz de Dios. Así es, en verdad: nosotros existimos para enseñar a Dios a los hombres.
Acabamos con don pinceladas de S. Ignacio:
- Reflectir (sobre mi vida) para sacar algún provecho
- Pedir la gracia constante de “me alegrar y gozar de tanto gozo y alegría como muestra Cristo resucitado”.
Experimentar el gozo de vivir a Cristo es fundamental para vivir desde una clave de resucitados (con esperanza) y no de amargados (sin sentido).
Reina de la paz y de toda alegría, danos tu corazón para abrirnos al gozo de Cristo resucitado.