28 abril 2012. Sábado de la tercera semana de Pascua – Puntos de oración

Día muy importante para hacer la oración con el corazón en la mano; aunque sin olvidar también poner la cabeza en la mano. Sí, resulta que el Señor nos hace hoy, como a los discípulos en su día, la pregunta del millón: “¿También vosotros queréis marcharos?”… es más, yo pondría la pregunta en singular: “¿También tú quieres marcharte?” NO, NO CONTESTES TODAVÍA.

Primero conviene comenzar la oración como todos los días haciendo presencia de Dios en nuestra vida, pidiendo al Espíritu Santo que nos dé su luz, fuerza y amor. Hoy es importante porque la cabeza nos puede jugar malas pasadas si no está lúcida, pero también el corazón nos las puede jugar si no está bien calentito en el amor a Cristo.

Conviene también rezar despacito y repetir o cantar varias veces el salmo de hoy: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”, es más, yo lo rezaría en presente: “¿Cómo te pago Señor todo el bien que me haces?”

Cuando uno recuerda todo el bien recibido y además se fija en el bien que está recibiendo en la actualidad, hoy, es difícil responder afirmativamente a la pregunta del millón, por el contrario la respuesta debería ser: “No, no me quiero marchar de tu lado Señor.”

Pero no seamos simplistas. Además de ver lo recibido por el Señor hay que evaluar las palabras que dice Cristo y que hace que muchos le abandonen. Sí, muchos discípulos suyos se echaron atrás. Es tremenda esta frase del evangelio. San Juan sabe lo que se dice porque lo vivió en primera persona. Algunos de sus compañeros de fatigas, de gozos y sufrimientos, de tantas correrías con Jesús, le abandonaron. Él mismo, Juan, tuvo que responder a la pregunta de Jesús: “¿Tú, Juan, también quieres marcharte?” Y supongo que agradecería la respuesta apresurada de Pedro en nombre de todos los que se quedaron: “¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”

Creo que todos hemos conocido ya a algunos que han vivido con nosotros en la Milicia o en nuestra parroquia o en nuestro colegio que habiendo sido discípulo, habiendo sido cristianos comprometidos han abandonado al Señor y a la Iglesia… porque las palabras del Señor son duras. ¿Y yo?... Jesús no va a ablandar sus palabras por mí. Son palabras duras… aunque de vida eterna. ¿Las quiero así, con todas sus consecuencias?

Al acabar la oración de este día no podemos salir como si tal cosa. Hay que pedir la gracia de responder con toda rotundidad al Señor. Quizá usemos las mismas palabras de Pedro. Buenas son. Pero si el Espíritu nos sugiere otras, usémoslas con toda claridad:

“Yo te amo con toda el alma, Señor, mi Señor Jesús. Tus palabras me cuesta entenderlas y vivirlas, pero las quiero llevar inscritas en mi corazón y trabajar incansablemente por hacerlas vida. No tengo fuerzas por mí mismo. Te necesito hasta para contestar. ¿A quién voy a escuchar mejor que a ti? No dejes que me encandilen otras palabras. Te lo repito: te amo con toda mi alma. Amén”.

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