Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
Comenzamos en este Jueves Santo el Triduo de la Pascua, la gran celebración, el origen de toda la Iglesia. Para los judíos la Pascua era la cumbre de las celebraciones. El rito de la Cena recordaba la elección de Dios por el pueblo de Israel, la Nación. Para nosotros, los misterios que en este Jueves Santo comenzamos a vivir, son la fuente de nuestra salvación y de la vida de la gracia.
Comenzábamos esta semana con alegría, acompañando a Jesús en su entrada mesiánica a Jerusalén, no como un rey triunfador, más bien como un servidor humilde que a lomos de un borrico viene para ofrecer su cuerpo como oblación por todos los hombres. Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro descanso.
Sí, hoy comienza el tiempo de la Salvación por la fe en los misterios que vamos a celebrar.
En esta celebración vespertina de la eucaristía de este Jueves Santo, en el ofrecimiento de Cristo en el Altar, se anticipa la entrega de su cuerpo en el sacrificio de la cruz. Habiendo amado a los suyos hasta el extremo, comparte en intimidad estos últimos momentos. Es la celebración del amor, la entrega más entrañable a los suyos, la despedida, sus últimas instrucciones, el testamento. “Hijos míos, … os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros como yo os he amado” El Señor se desborda en esta celebración en amor a los suyos.
En esta celebración vespertina de la eucaristía Dios aúna todo: su amor a los hombres; nuestro amor a Cristo que se inmola; y el amor fraternal entre nosotros entorno al sacramento. Quien ama a su hermano ama a Dios mismo, no hay duda. Quien ama a Dios tiene que amar a su hermano.
Puede ser la gracia que Dios nos quiere conceder en este día. El amor a los hermanos. Es lo que Dios nos pide y nos da ejemplo de ello. El servicio a los demás. El que quiera ser el primero que sea vuestro servidor. Yo no he venido para ser servido sino para servir y dar la vida. Dar la vida por los hermanos, en el servicio, en la postura de amor y comprensión. Dejémonos llenar en el día de hoy de ese amor infinito que Dios vino a traer a los hombres.