- Me pongo en la presencia de Dios. Hoy fiesta de Santa Lucía.
- Meditemos la primera lectura. Yo soy tu redentor, el Santo de Israel.
- El Señor da fuerza al cansado, acrecienta el vigor del inválido.
- El salmo: El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad.
- Meditemos con sencillez la misericordia del Señor, lento a la cólera. Nosotros enseguida nos salimos de tono, nos enfadamos. Rico en piedad. ¿Cuántas oportunidades nos da el Señor?
- No ha nacido uno más grande que Juan, el Bautista.
- El Papa ha dicho en su discurso hace dos días “(Juan) juega un gran rol, pero siempre en relación con Cristo”. Y toca a los cristianos “escuchar hoy esa voz para dar espacio y dar acogida en el corazón a Jesús, Palabra que nos salva”. Volviendo a san Agustín, lo citó nuevamente: “Si a la voz se le que quita la palabra, ¿qué queda? Un vago sonido. La voz sin palabra llega al oído, pero no edifica el corazón” (cf. Discurso 293, 3: PL 38, 1328).
- En este final de trimestre vayamos al Señor, al estar cansados. Un trimestre de trabajo duro. Vemos la vida con dificultad. La crisis humana y espiritual. Nos vemos a nosotros y el Señor me dice: “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera.” Pide al Señor que te ayude a llevar la carga. ¿No será que a veces pienso que me olvido? Con Él todo es distinto.
- “Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.”
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- La vida de la santa de hoy, Santa Lucia
La figura de esta virgen siciliana se nos presenta hoy aureolada por el sortilegio de la leyenda, una leyenda que acaso sea menos bella que la realidad. Sucede con frecuencia que los héroes que el pueblo más admira, los que hieren más profundamente su imaginación, sufren en su historia las consecuencias de esa popularidad.
En sus lienzos y esculturas han escogido los artistas todos los detalles de aquella pasión maravillosa. Hay una bellísima estatua en que Andrés della Robbia representa a la virgen de labios sonrientes, de cabellos encrespados, de mirada extática, recogiendo en una copa la sangre que brota de su garganta. Es una alusión a la espada que segó su vida. Tiépolo la representa con un fulgor divino de inocencia en la frente, recogiendo sus últimos alientos para recibir el sacramento eucarístico que le trae un diácono, mientras un ángel aparece sobre la escena dejando caer la corona del triunfo. Otras veces, como en el famoso cuadro de Altichieri y Aranzo, en Padua, vemos a Lucía delante del tribunal discutiendo con el prefecto romano. Pascasio, que está enamorado de sus mansos ojos de becerra, hace esfuerzos para convencerla de la bondad del paganismo. Como no consigue nada, se impacienta y dice a la acusada: Cesarán las palabras para empezar los tormentos.
—A los que tienen el Espíritu de Dios—responde la virgen—las palabras no pueden faltarles nunca.—¿Y qué? ¿Le tienes tú?—pregunta Pascasio. —Le tienen todos los que viven casta y piadosamente—replica la mártir.
—Bueno—exclama el juez con sarcástica y brutal ironía—; me alegro de oír esa declaración; ahora mismo voy a mandarte a un lugar donde el Espíritu Santo va a tener que abandonarte.
Dos satélites cogen a la virgen de los brazos, pero no la pueden mover. Parece como si hubiera echado raíces en el suelo. Se acercan otros más fuertes, pero con la misma fortuna. Atan sogas a su cuerpo, y los nuevos esfuerzos dan el mismo resultado que los anteriores. Pascasio tuvo que renunciar a su proyecto de llevarla a un lupanar. Además, Lucía le había dicho unas palabras que, aunque misteriosas, no habían dejado de impresionarle:
—Si contra mi voluntad me hiciereis violencia, la virginidad tendrá en mí un doble galardón.
- Pido por todos los jóvenes que estos días se examinan, en especial nuestros militantes. Para que después de su esfuerzo alcancen los frutos.
- Hemos comenzado el Adviento: La gozosa esperanza del que está por nacer.
- A la intercesión maternal de María, “Virgen del Adviento”, le encomendó el largo camino hacia Dios que viene, para estar dispuestos a acogerlo, en el corazón y en toda la vida, al Emmanuel, Dios-con-nosotros.