LUZ PARA ALUMBRAR A LAS NACIONES
Hacer oración en estos días de Navidad es muy sencillo, basta con
acercarnos a María, a José y a Jesús para entrar en un diálogo fructífero que
llena a fondo nuestra alma.
Pero veamos algunas consideraciones que nos ayuden un poco a centrar este
día acompañados por la Palabra de Dios.
San Juan, en su primera carta, nos habla del conocimiento de Dios, que no
es otro que cumplir sus mandamientos, en especial el del amor. Así se unen fe y
obras. Porque quien dice que está en la luz y no ama a su hermano, vive todavía
en las tinieblas y no camina en la luz de Dios, que brilla en Jesucristo, luz
para alumbrar a las naciones, como nos dice el Evangelio de hoy con las
palabras del anciano Simeón.
Dichoso el anciano Simeón, a quien el paso de los años, en vez de apagar la
pupila, le dio una visión más penetrante y descubrir al Mesías, porque el
Espíritu Santo moraba en él.
Esto es lo que nosotros venimos buscando a la oración, una mirada capaz de
descubrir a Dios, que se presenta en las diversas situaciones de la vida y en
las distintas personas con las que nos encontramos.
El Espíritu Santo también mora en nosotros y podemos romper las apariencias
de lo que observan nuestros ojos. Vamos a Belén y vemos un Niño, pero como los
demás. La fe nos hace descubrir que ese infante es el Hijo de Dios. Miramos a
María y a José, y al ver cómo se comportan con el Niño, nos hacen saltar al
mundo de lo sobrenatural. Todo nos habla de Dios en medio de una gran sencillez
y “normalidad”.
Estos ojos que se nos van abriendo progresivamente nos conducen hasta la
contemplación y la adoración.
Una bandera
discutida
La intervención de Simeón contiene una proclamación en la primera parte y
una profecía en la segunda, y es un compendio de cristología, pues llama a
Jesús salvador, luz del mundo y gloria de Israel, prediciendo finalmente su
pasión gloriosa.
Este Cristo, que se nos muestra pequeño e indefenso en Belén, está puesto
como piedra de escándalo, bandera discutida y signo de contradicción. Que
dejará en evidencia la actitud de muchos corazones. Algo que el paso del tiempo
ha constatado, pues el Evangelio y Cristo siguen siendo contestados y dividen a
los hombres.
Acabemos pidiéndole a nuestra Madre que nos conceda descubrir a Jesús con
un ojo limpio y lleno de fe y que seamos valientes a la hora de mostrarlo ante
un mundo que se mueve en la indiferencia religiosa y en el agnosticismo.