En los puntos de este día de la octava de Navidad
podemos meditar en el mensaje navideño del Papa Benedicto XVI a todos los
cristianos en la mañana del 25 de diciembre, centrado en el Año de la fe:
«Veritas
de terra orta est» - «La verdad ha brotado de la tierra» (Sal 85,12)
Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo
entero, feliz Navidad a todos vosotros y vuestras familias.
Expreso mi felicitación esta Navidad, en este Año de
la fe, con estas palabras tomadas del Salmo: «La verdad brota de la tierra». En
realidad, en el texto del Salmo las encontramos en futuro: «La verdad brotará
de la tierra»; es un anuncio, una promesa, acompañada de otras expresiones que
juntas suenan así: «La misericordia y la verdad se encontrarán, / la justicia y
la paz se besarán; / la verdad brotará de la tierra, / y la justicia mirará
desde el cielo; / el Señor nos dará la lluvia, / y nuestra tierra dará su
fruto. / La justicia marchará ante él, / la salvación seguirá sus pasos» (Sal
85,11-14).
Hoy, esta palabra profética se ha cumplido. En Jesús,
nacido en Belén de la Virgen María, se encuentran realmente la misericordia y
la verdad, la justicia y la paz se han besado; la verdad ha brotado de la
tierra y la justicia mira desde el cielo. San Agustín explica con feliz concisión:
«¿Qué es la verdad? El Hijo de Dios. ¿Qué es la tierra? La carne. Investiga de
dónde nació Cristo, y verás que la verdad nació de la tierra… la verdad nació
de la Virgen María» (En. in Ps.84, 13). Y en un sermón de Navidad afirma: «Con
esta festividad anual celebramos, pues, el día en que se cumplió la profecía: “La
verdad ha brotado de la tierra, y la justicia ha mirado desde el cielo”. La
Verdad que mora en el seno del Padre ha brotado de la tierra para estar también
en el seno de una madre. La Verdad que contiene al mundo, ha brotado de la
tierra para ser llevada por manos de una mujer… La Verdad a la que no le basta
el cielo, ha brotado de la tierra para ser colocada en un pesebre. ¿En bien de
quién vino con tanta humildad tan gran excelsitud? Ciertamente, no vino para
bien suyo, sino nuestro, a condición de que creamos» (Serm. 185, 1).
«A condición de que creamos». Ahí está el poder de la
fe. Dios ha hecho todo, ha hecho lo imposible, se ha hecho carne. Su
omnipotencia de amor ha realizado lo que va más allá de la comprensión humana,
el Infinito se ha hecho niño, ha entrado en la humanidad. Y sin embargo, este
mismo Dios no puede entrar en mi corazón si yo no le abro la puerta. Porta
fidei. La puerta de la fe. Podríamos quedar sobrecogidos, ante nuestra omnipotencia
a la inversa. Este poder del hombre de cerrarse a Dios puede darnos miedo. Pero
he aquí la realidad que aleja este pensamiento tenebroso, la esperanza que
vence el miedo: la verdad ha brotado. Dios ha nacido. «La tierra ha dado su
fruto» (Sal 67,7). Sí, hay una tierra buena, una tierra sana, libre de todo
egoísmo y de toda cerrazón. Hay en el mundo una tierra que Dios ha preparado
para venir a habitar entre nosotros. Una morada para su presencia en el mundo.
Esta tierra existe, y también hoy, en 2012, de esta tierra ha brotado la
verdad. Por eso hay esperanza en el mundo, una esperanza en la que poder
confiar, incluso en los momentos y en las situaciones más difíciles. La verdad
ha brotado trayendo amor, justicia y paz.