Nos ponemos en la presencia de Dios al comenzar este rato de oración. Estamos en la tercera semana de Adviento y la Iglesia se transforma en alegre esperanza porque Jesús ya llega; el Señor está cerca: ¡¡Ven Señor Jesús!!
El texto del Evangelio de hoy nos presenta a Zacarías, esposo de Isabel, en el momento de la anunciación de Juan el Bautista. El relato guarda muchas diferencias y a la vez muchas similitudes con el relato de la Anunciación a la Virgen María. El lugar no es el último rincón de Israel sino el lugar más importante del pueblo judío: el “sancta sanctórum” del templo y en el momento de hacer la ofrenda del incienso por parte del sacerdote elegido. El mensajero es el mismo, Gabriel y la noticia es también similar. “No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. …”
Zacarías reacciona poniendo en duda la palabra del ángel: “¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada”
Aparentemente es la misma duda que plantea la Virgen, pero no tiene nada que ver, María acepta con fe el anuncio y le comunica al ángel qué tiene que hacer pues “No conozco varón” y el ángel le explica con detalle cómo se va a realizar la Encarnación del Verbo en su seno. En el caso de Zacarías, este pone en duda las palabras del ángel y le pone pegas y por ello Gabriel le castiga dejándole mudo hasta el momento del parto: “porque no has dado fe a mis palabras que se cumplirán en el momento del parto”.
En este momento de la oración podemos examinar cómo es nuestra fe. Es posible que no pongamos en duda la Palabra de Dios, sino que sencillamente no la creemos, nos pasa como aquel niño, que en una conversación entre niños, hablando de lo que se aburrían en la misa, “la misa es aburrida cuando el sacerdote que la celebra no se cree las palabras que pronuncia”. Si nuestra fe fuera profunda, moveríamos montañas, curaríamos enfermos y haríamos milagros.
Te animo a concluir la oración de hoy haciendo un acto de Fe profundo. Te indico algunas palabras pero conviene que utilices las tuyas propias:
SEÑOR, CREO EN TI. CREO EN TU AMOR PARA CONMIGO. CREO EN TU PRESENCIA EN LA EUCARISTÍA. CREO QUE ME AMAS Y QUE HAS MUERTO POR MÍ. ...
Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor. Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de la Virgen María. Padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Fue crucificado, muerto y sepultado.
Descendió a los infiernos. Al tercer día resucitó de entre los muertos. Subió a los cielos, y está sentado a la diestra de Dios Padre. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos, y la vida eterna. Amén.
Señor, mi fe es débil; aumenta Tú, mi fe.