La oración de este día, el último del año, tiene unos cauces habituales que pueden repetirse, sin desgastarse y produciendo notables frutos, pues simplemente se basan en un impulso natural de mirada retrospectiva, de echar la vista atrás, cuando concluimos un período de la vida. Lógicamente, lo hacemos desde la perspectiva de la fe.
Por ello, puede ser muy útil espiritualmente hacer un balance de las gracias y dones recibidos, tantos y tan variados en este año 2012 que hoy despedimos. Y lo podemos hacer teniendo presente, como nos indica la contemplación para alcanzar amor de los Ejercicios, que esas gracias y regalos son expresión de un don mayor, pues Dios mismo se quiere dar y entregar a cada uno de nosotros. ¡Es un misterio de amor! (que no se descubre más que por la fe y que habitualmente pasa desapercibido para nuestra sensibilidad).
Pero, un misterio de amor que la navidad nos ayuda a creer y sentir, pues en el Niño con los brazos tendidos hacia nosotros, mendigando nuestra atención, nuestro cariño y simplemente nuestra acogida, se expresa de la manera más sensible y afectiva cómo el mismo Dios se entrega y quiere ser recibido por cada persona.
La mirada retrospectiva también hace balance de nuestra respuesta al amor de Dios. Cuando se ama, normalmente, se descubren las insuficiencias y ambigüedades de la propia respuesta al amor. Y mucho más, si nuestro amor es débil y debe florecer “en tierra hostil”. Pero también es cierto, que la insuficiencia personal alimenta el deseo del crecimiento si de verdad se quiere amar. Y mucho más, en el caso del amor de Dios, pues éste es un amor incondicionado y gratuito que posibilita nuestra respuesta de amor. Entonces, incluso, descubrir y sentir el perdón de Dios amor nos impulsa a un mayor deseo de amor. Así que sabernos necesitados del perdón de Dios, de su sanación renovadora –sin duda, tantas veces experimentada en el año que hoy cerramos- es un motivo para el amor agradecido.
En definitiva, debemos acabar este año 2012 con la mirada fija en Jesucristo, pues de Él nos vienen todos los bienes. Dejar atrás el propio interés, superar la mirada miope y encerrada en sí mismo para dilatar nuestra visión con la perspectiva del amor de Dios. Éste es el consejo que nos brinda San Juan de Ávila y que hacemos nuestro como el mejor regalo para el año nuevo:
“Ensanche vuestra merced su pequeño corazón en aquella inmensidad de amor con que el Padre nos dio a su Hijo, y con Él nos dio a sí mismo, y al Espíritu Santo y todas las cosas. Reciba esta gracia con hacimiento de gracias y goce de Dios, pues Dios se le da”.