28 diciembre 2012. Santos Inocentes – Cuarto día de la Octava de Navidad – Puntos de oración


Dentro de la octava de Navidad, esta fiesta tan solemne en la que celebramos el comienzo de nuestra salvación, la Iglesia a través de su liturgia nos propone, justamente después del día 25  al primer mártir, San Esteban, el día 27 nos ha propuesto al apóstol y evangelista san Juan y hoy 28 nos presenta a los  Santos Inocentes, mártires que murieron en la persecución de Herodes de la que se libró Jesús por el aviso del ángel saliendo huyendo a Egipto.
Dejando aparte todo lo que se ha convertido este día de bromas e inocentadas en familia y en la sociedad, si nos adentramos en lo que quiere que vivamos en este día y a lo largo de toda nuestra vida, la Iglesia, es el carácter martirial de nuestra vocación que recibimos a partir del bautismo.
Cuando nos enseñaron en catequesis, el Bautismo, la puerta  de entrada en la Iglesia, limpia todos los pecados por la fe que profesamos en ese momento, nos hacemos hijos de Dios y herederos del cielo, por lo cual tenemos que estar dispuestos a dar la vida con tal de no perderlo, nos hablaban de los tres modos de Bautismo: De agua que es el que normalmente hemos recibido todos, de deseo, que es aquel que hubieran deseado recibir todos aquellos que no lo han conocido y el de sangre, cuando estamos dispuestos a dar “la sangre”, es decir, la vida, consciente o inconscientemente como es el caso de estos niños, por la fe en Jesús, por la salvación propia o de los hombres.
En uno de nuestros himnos, cantamos “que más gloria que ser mártir, mártir, a mayor gloria de Dios”. Esto es lo que hacen estos niños en la eternidad, dar gloria a Dios y así nos lo indica la antífona de entrada: “Los niños inocentes murieron por Cristo, son el cortejo del Cordero sin mancha, a quien alaban diciendo: “Gloria a ti Señor”
Pero para insistir más en ello, la oración colecta comienza de lamisca forma: “Los mártires inocentes proclaman tu gloria en este día, Señor, pero no de palabra, sino con su muerte; concédenos por su intercesión testimoniar con nuestra vida la fe que confesamos de palabra”.
Por eso, hoy que “todas mis intenciones, acciones y operaciones, sean orientadas en servicio y alabanza (gloria) de tu divina Majestad” y así podamos darte gloria como ellos con nuestra vida y quiero arrancarte la gracia de merecerlo”
¿Cómo nos preparamos a ello? Por el martirio blanco de cada día, cumpliendo ejemplarmente con nuestro deber, horario, estudio, trabajo, no poniendo dificultades ni pegas, resolviéndolas; obedeciendo, buscando en todo y siempre la voluntad de Dios que se presenta en el momento presente por lo que tengo que hacer o un imprevisto ante el cual no pongo mala cara sino una sonrisa y un decir interior” “Eres Tú Señor quien estás detrás, Señor”.
El P. Morales en la semblanza para este día, nos invita a testimoniar con nuestra vida: “El cristiano no se contenta con seguir a Jesús con solo palabras que se las lleva el viento. Ni con solo sentimientos que van  y que vienen como la marea. Es roca y no corcho que se agita a merced de los latigazos de las olas.”
San José a quien podemos contemplar a través del texto del Evangelio cuando se le aparece el ángel y a la orden del ángel: “Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto,…” nos enseña con una obediencia pronta, sin cavilaciones, pegas, quejas a miles que se le podían haber ocurrido, a ejecutar lo que se le manda. Sabe que Dios dispone las cosas para que  seamos santos y todas las dificultades de la vida y del camino, no son más que peldaños.
Mientras, María conservaba todas estas cosas en su corazón en silencio amoroso de Madre que calla, sufre y ama.

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