Nos disponemos hoy a contemplar a nuestra Reina y Madre Inmaculada, celebrando en unidad fraternal la “festividad más íntima y más grande” para nosotros. El relato de la anunciación nos va a servir de hilo conductor para preparar nuestra oración. Pidamos luz al Espíritu Santo, verdadero protagonista del acontecimiento, para conocer más y mejor a la Virgen, y para amarla con locura. Nos centraremos en el comienzo y en el final del pasaje y nos serviremos de algunos comentarios de Benedicto XVI en el reciente libro que nos ha regalado “La infancia de Jesús”.
1. “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Las primeras palabras del ángel son también las primeras palabras del avemaría. Podríamos decir que hoy es el “día mundial del avemaría”. Que en la oración, y a lo largo del día, no cese esta plegaria en nuestro corazón.
a) “Llena de gracia”. El ángel no se dirige a la Virgen por su nombre, sino por el don que solo Ella ha recibido. Es la llena-de-gracia. Este es el nombre nuevo que la Trinidad otorga a María. Este es el núcleo de la fiesta que celebramos hoy: María, preservada de todo pecado, por privilegio de Dios. Es el dogma de la Inmaculada Concepción, definido el 8 de diciembre de 1854. María es la única criatura inmaculada, la que “ha encontrado gracia ante Dios”. Llena de gracia, toda hermosa. Podríamos decir que hoy es el “día mundial de la belleza” hecha mujer.
b) “Alégrate”. Escribe Benedicto XVI que “en griego, las palabras alegría y gracia (chará y cháris), se forman a partir de la misma raíz. Alegría y gracia van juntas”. Siguiendo este argumento, si María es la llena de gracia, y alegría y gracia van juntas, ¡María es la llena de alegría! Por eso la antífona de entrada pone en labios de María: “Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios”. Y en el Magníficat dirá: “se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”.
Comenta Benedicto XVI que la alegría aparece en los textos evangélicos “como el don propio del Espíritu Santo, como el verdadero don del Redentor. Así pues, en el saludo del ángel se oye el sonido de un acorde que seguirá resonando a través de todo el tiempo de la Iglesia, y que por lo que se refiere a su contenido, también se puede percibir en la palabra fundamental con la cual se designa todo el mensaje cristiano en su conjunto: el Evangelio, la Buena Nueva”. Cuando notemos que nos falta alegría, acudamos a la Virgen. Todo el que se acerca a María, queda contagiado de la alegría del Espíritu Santo que Ella porta. Así lo proclama Isabel, que al recibir a María en la Visitación exclamó: “en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre”. ¿Sería mucho decir que hoy es el “día mundial de la alegría”?
c) “El Señor está contigo”. La causa de la alegría de la Virgen, la plenitud de su gracia, radica en su unión con la Trinidad. Y después de su “sí”, al “concebir en su vientre”, el Verbo se hará carne de su carne, carne en su carne. Solo de Ella se podrá decir de modo propio: “el Señor está contigo”. El privilegio de la Inmaculada Concepción, que hace a María “bendita entre todas las mujeres” lo alcanza “en previsión de la muerte de su Hijo”, para ser Ella su morada en la tierra. Como reza la oración colecta: “Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado, concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas nuestras culpas”. Hoy podría celebrarse el “día mundial de la pureza…” Pidamos a la Virgen que nos la alcance.
2. “Aquí la esclava… Hágase”. Es “la respuesta esencial de María: su simple “sí”. María se convierte en madre por su “sí”. A través de su obediencia la palabra ha entrado en ella, y ella se ha hecho fecunda” (Benedicto XVI). María es el modelo de nuestra respuesta al Señor. Es “Santa María del Hágase”, como la llamaba el Padre Morales. Podríamos decir que hoy es el “día mundial del “sí” y del hágase”. Pidamos a la Inmaculada que nos enseñe a decir “sí”.
3. “Y la dejó el ángel…” Benedicto XVI hace un comentario luminoso sobre el final del pasaje, que podemos aplicarnos cada uno en nuestra realidad cotidiana en este año de la Fe: “El gran momento del encuentro con el mensajero de Dios pasa, y María se queda sola con un cometido que, en realidad, supera toda capacidad humana. Ya no hay ángeles a su alrededor. Ella debe continuar su camino que atravesará por muchas oscuridades. En estas situaciones cuántas veces habrá escuchado y meditado aquel saludo: “Alégrate, llena de gracia”, y sobre todo la palabra tranquilizadora: “No temas.” El ángel se va, la misión permanece, y junto con ella madura la cercanía interior a Dios, el íntimo ver y tocar su proximidad”.
Oración final. Inmaculada Madre de Dios, llena de gracia y hermosura, rebosante de alegría, fuente de pureza, santa María del hágase: ruega por nosotros, enséñanos a responder como Tú a la voluntad del Señor.