Empezamos
nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en
nuestros corazones el fuego de tu amor”.
En este día
la Iglesia nos ofrece contemplar la bondad y la misericordia del Señor. Nos
recuerda el amor que Dios nos tiene. Él ha muerto por nosotros para limpiar
nuestros pecados por medio del derramamiento de su bendita sangre en la cruz,
signo del amor de Dios hacia nosotros. “Señor, ¿por qué me amas con ese amor
tan grande si no lo merezco?”. Tantas veces caemos pero Él nos sigue perdonando
y nos sigue acogiendo, cuidándonos como el pastor cuida de sus ovejas, las
alimenta y les da reposo. Las alimenta con Pan de la Eucaristía y les da reposo
en la oración, en su compañía. Si nos descarriamos, Él nos sostiene y si nos
queremos agarrar de su cayado, nos salva. Para ello tenemos que tener confianza
en el Señor porque Él no nos va a fallar, porque nos cuida y nos ama; sólo nos
tenemos que dejar amar.
Otro punto
para la oración de este domingo es rezar por la unidad de los cristianos. Dios
nos quiere a todos unidos como ovejas de su rebaño. Nos quiere acoger a todos
en un gran abrazo, para que nos reconozcamos todos como hermanos y jamás nos
volvamos a separar. También pidámosle al Señor por los cristianos que sufren
persecución, cómo nos habla de lectura de los Hechos de los apóstoles, y
martirio en tantos lugares del mundo y cada vez más, para que su testimonio
martirial cambie los corazones de sus perseguidores y se conviertan, siendo
semilla de cristianos en el mundo entero.