No olvidamos que la oración es un
ejercicio del Espíritu Santo en nosotros, por lo que comenzamos poniéndonos en
la presencia de Dios y pidiendo la luz del Espíritu para comprender y saborear
la Palabra de Dios.
También pedimos la ayuda de los santos y
hoy, de manera especial, de san Marcos, evangelista: Fue discípulo de San Pedro
y puso por escrito en su Evangelio la predicación de aquel en Roma. Además,
evangelizó y estableció a la Iglesia en Alejandría. Murió mártir
aproximadamente en el año 68 en Alejandría y sus reliquias se encuentran en la
catedral de Venecia.
“Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio a toda la creación”: Le pedimos a san Marcos que cada uno de nosotros
sea también hoy anunciador de la buena noticia del Evangelio, que nuestra
palabra y nuestras acciones proclamen que Jesucristo es nuestra luz y nuestra
fuerza, que Él vive en nosotros y es nuestra paz.
El Mensaje para la Jornada Mundial de la
Juventud en Brasil comenta el mandato misionero del Evangelio de Marcos.
Benedicto XVI nos dice estas palabras:
“Jesús envió a sus discípulos en misión con este encargo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará» (Mc 16,15-16). Evangelizar significa llevar a los demás la Buena Nueva de la salvación y esta Buena Nueva es una persona: Jesucristo. Cuando le encuentro, cuando descubro hasta qué punto soy amado por Dios y salvado por él, nace en mí no sólo el deseo, sino la necesidad de darlo a conocer a otros”.
“Ellos se fueron a pregonar el Evangelio
por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales
que los acompañaban”. Jesús no nos deja solos en la misión, Él nos acompaña y
manifiesta su presencia con señales. En este rato de oración puedo pensar en
cuáles son esos signos: ante todo la alegría que invade el corazón del que
evangeliza y del que acoge a Jesucristo; Jesús expulsa los demonios de la
tristeza y del desencanto, del sinsentido de la vida y de la cruz.
Un ejemplo: un joven que ha participado
en la Semana Santa con la Milicia ha venido “tocado” —decía su padre—: la
abulia y pereza que antes le dominaba ha dejado paso a la energía y a la
decisión para ser ordenado y cumplir con su deber. Otro ejemplo: una persona a
la que han diagnosticado un cáncer da un testimonio de fe y de esperanza
poniéndose en manos de Dios y aceptando su voluntad. ¿No es verdad que la fe
hace ver las cosas de otra manera? Nos sana del peor de los males: no saber
para qué estamos en el mundo. La fe es acoger la buena noticia de que Dios nos
ama y quiere que seamos instrumentos de su amor.
Concluyamos nuestra oración con las
palabras del salmo: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré
tu fidelidad por todas las edades… Tu nombre es mi gozo cada día”.