Comencemos con la oración inicial de la Misa de este
Domingo, arranquemos de sí toda rutina, desgana o desaliento. Hay que hacerse
violencia. No hay nada peor que ser tacaño con Dios, no dándole los mejores
tiempos, intenciones, acciones y operaciones encaminadas en servicio y alabanza
de su infinita Majestad:
“…míranos con amor de Padre y haz que
cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad
verdadera y la herencia eterna.”
¿Qué puede ocurrir si esta mañana de
domingo durante la oración nos dejamos mirar? El mirar de Dios es amar dice san
Juan de la Cruz. Dejarte envolver por su mirada. Nos puede pasar lo
que a Santa Teresa cuando oyó esta canción:
“Véante mis ojos, dulce Jesús bueno,Véante mis ojos, muérame yo luego
Y puestos bajo su mirada, vamos a
contemplar dos momentos de las lecturas:
1.- A Pablo y Bernabé de misión por
Listra, Iconio y Antioquia “animando a los discípulos y exhortándolos a
perseverar pues hay que pasar mucho para entrar en el Reino de los
Cielos”. Que no es cosa de niñerías nos diría el papa Francisco. Y cómo la
gracia de Dios estaba con ellos porque no se daban vueltas, solícitos en la
salvación de todos los hombres. Es el mismo programa que el del Papa: caminar,
edificar y confesar. Hay que salir de nosotros mismos. Son tantos los que nos
están esperando y no tienen a otro que esté a su lado y se lo anuncie que tú,
que yo porque no van a venir si no vamos a su encuentro. Es el momento de los
laicos desde sus puestos de avanzadilla. Pero todo por Él, en Él y con Él como
nos dice el Papa en su programa. Ponerse en marcha, edificar con Cristo y
confesar que ha muerto y resucitado para salvarnos, para darnos la libertad
verdadera, que solo en Él se encuentra, como encontraremos la herencia
eterna, el Reino de los Cielos.
2.-Ahora nos fijamos, si hemos
recorrido el primer punto y no hemos encontrado lo que buscábamos, en el
Evangelio: Judas ha salido del cenáculo. Parece que era necesario para
que nos dejara el testamento del AMOR. Nos fijamos en Jesús, como Él nos ha
mirado y purificado, nos atrevemos a levantar la mirada para no perder ni un
detalle de lo que nos-me- va a decir: “Os doy un mandamiento nuevo: que os
améis unos a otros como yo os he amado-hasta el extremos dirá san Juan n otro
lugar-. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os
amáis unos a otros.” Si es así, seremos creíbles. ¿Soy creíble con mi vida?
¿Suscito inquietud de conversión? Esto también nos lo decía el papa Francisco:
¿Hoy es creíble la Iglesia? Como nos decía el P. Morales, la Iglesia soy yo.
Por estar bautizado, ¿soy creíble?
Miremos a María Ella sí es creíble y
puede hacerlo con cada uno de nosotros. Nos están esperando millones de
hombres. Santa María, enséñanos a mirarle a dejarnos mirar y seremos esos
testigos creíbles.