Jesús nos abre el deseo de alcanzar el Cielo, pero sabemos que no es fácil y que el demonio va a estar luchando para que no sólo no lo alcancemos sino que además nos alejemos lo más posible.
Debemos acudir al Señor mediante tres pasos que nos ayudan a no vacilar en nuestra fe:
- La oración: intentemos diariamente mantener la relación con Dios; cuando la dejamos de lado somos más débiles y caemos con mayor prontitud y facilidad en el pecado. Contémosle al final del día nuestras alegrías, nuestras tristezas, nuestras actividades y nuestros fallos, lo que nos ayudará a conocernos más a fondo a nosotros mismos y ser más fuertes ante el demonio.
- Acudamos a los sacramentos de la penitencia y la eucaristía; recordemos que conllevan la fuerza de Jesús vivo y que actúa en nosotros. Deseémoslas y respetémoslas profundizando en el misterio que son.
- Jesús está vivo también en la palabra que se nos ha escrito: leamos todos los días el evangelio; en el evangelio de cada día, que acostumbra durar un minuto el leerlo, Dios tiene una frase que nos ayudará a caminar durante todo el día con constancia y que renovará nuestra fe. Hay que leerlo lento y conscientes de que nos lo está diciendo el Señor. María, Madre de la esperanza; no nos dejes abandonar al Señor e intercede por nosotros, pecadores, para que seamos merecedores de entrar en la Casa del Padre. Amen.