“El Señor juzgará el orbe con justicia” nos dice el salmo. Añade “Te doy gracias, Señor, de todo corazón, proclamando todas tus maravillas”. Dichosos nosotros que seremos juzgados por el Justo. El que dio su vida por nosotros ¿no tendrá misericordia?
Démosle gracias cada uno y dejemos que nos ame. En el Padre Nuestro nos deja dicho el camino para que nosotros también seamos justos con los demás y con Dios. Repasemos mentalmente las palabras del Padre Nuestro y aprendamos que es justicia para Dios.
“Si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros” nos dice el Evangelio. Nos enseña que el mal se vence con el bien, que no es otro que el “dedo de Dios”. Aprendamos a vivir a vencer el mal con el bien. Parece fácil, pero es el secreto de la santidad de todos los santos de la historia de la humanidad. Fueron justos con el Justo porque las obras buenas que hicieron haciendo Su voluntad fueron no con sus manos sino con el “dedo de Dios”.
Aprendamos a contagiar la alegría de Cristo: “Si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuanto nos ama, nuestro corazón se inflamará de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro alrededor” (P. Francisco. Homilía en Aparecida 24 julio de 2013)
“Así, en María, el camino de fe del Antiguo Testamento es asumido en el seguimiento de Jesús y se deja transformar por él, entrando a formar parte de la mirada única del Hijo de Dios encarnado” (Lumen Fidei 58) Imitemos a María en ese camino de fe para que nuestro corazón sea semejante al de Cristo y seamos justos como el Justo.