Octubre es el mes del Rosario y el mes de las Misiones, pues se abre con la fiesta de la patrona de las misiones, santa Teresa del Niño Jesús, y se celebra el Domund. Hoy la Iglesia hace memoria de un gran misionero, San Antonio María Claret, fundador de los Hijos del Corazón Inmaculado de María, que llevan parroquias en muchas de nuestras ciudades. Nuestra oración hoy va a mirar a este santo. La oración colecta nos invita a pedir ese celo apostólico que distinguió a Claret, para que trabajemos por ganar almas para Cristo:
Oh Dios, que concediste a tu obispo san Antonio María Claret una caridad y un valor admirables para anunciar el Evangelio a los pueblos, concédenos, por su intercesión, que, buscando siempre tu voluntad en todas las cosas, trabajemos generosamente por ganar nuevos hermanos para Cristo. Por nuestro Señor Jesucristo.
El Evangelio de hoy contiene una expresión de Jesús que nos muestra su sed de que todos los hombres se salven: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”. El fuego en el que deben arder todos los corazones es el del amor de Dios. Del mismo modo, nuestros corazones tienen que arder en deseos de que todos conozcan a Cristo y así puedan encontrar el sentido y la plenitud de sus vidas, salvando sus almas. San Antonio tiene una descripción de lo que debe ser un apóstol que deberíamos hacer nuestra:
Yo me digo a mí mismo: Un hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura, por todos los medios, encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra, se goza en las privaciones, aborda los trabajos, abraza los sacrificios, se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar, sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas.
Por fin, acudimos a la Virgen. Ella es la gran educadora del corazón de los misioneros y apóstoles. A Ella, a su Corazón Inmaculado, se consagró San Antonio María Claret. La Virgen alcanza para sus hijos el no cansarse nunca de estar empezando siempre, la alegría de sembrar dejando que otros recojan los frutos, pues uno es el que siembra u otro el que siega. El Corazón de María es el refugio y la esperanza del misionero. Terminemos nuestra oración consagrándonos a Ella.