- Hoy festividad de San Juan de Capistrano. Nace a
finales del siglo XIV en un pueblecito que lleva su nombre, en los
Abruzaos italianos; llegará a ser el hombre más famoso de su tiempo en
toda Europa, su fama se extenderá en múltiples facetas por varias naciones
de este viejo mundo. Era elegante, inteligente y gran soñador. Por
cuestiones políticas cae en la cárcel. Un día quiere huir y, de hecho lo
hace, pero cae de nuevo en manos de los enemigos que le castigan duramente.
Durante la noche tuvo ensueño, como si San Francisco le invitara a formar
parte de su orden. Sale de la cárcel, entrega cuanto tiene y empieza una
vida de peregrino recorriendo varias ciudades y predicando con gran ardor
la doctrina de Jesucristo. Aunque tenía novia. Pero
hacen un discernimiento y ella ingresa como religiosa en un
convento. Juan fue asimismo un gran reformador de la vida
religiosa y un gran enamorado de Jesucristo.
- Nos los recordaba el Papa Francisco en Asís. Aquí
en Asís, aquí cerca de la Porciúncula, me parece oír la voz de San
Francisco, que nos repite: ¡Evangelio, Evangelio! Me lo dice también a mí:
Pongo mi nombre: ¡Se servidor del Evangelio! Si yo no logro ser un
servidor del Evangelio, ¡mi vida no vale nada!
¡Todos tenemos necesidad de salvación! ¿Salvación de que? Del
mal. El mal obra, hace su trabajo. Pero él no es invencible, y el cristiano no
se resigna ante el mal. Y vosotros jóvenes, ¿queréis resignaros frente al mal,
las injusticias, las dificultades? Nuestro secreto es que Dios es más grande
que el mal. ¡Es verdad! Dios es más grande que el mal. Dios es amor infinito,
misericordia sin límites, y este Amor ha vencido el mal en su raíz en la muerte
y resurrección de Cristo. ¡Este es el evangelio, la buena nueva!: el amor de Dios
ha muerto en la cruz por nuestros pecados y ha resucitado. Con él podemos
luchar contra el mal y vencerlo todos. ¿Creemos en ello o no? Los
jóvenes responden: ¡Sí! Pero ese sí debe ir en la vida. Si yo creo que Jesús ha
vencido al mal y me salva, debo seguir a Jesús, debo ir por el camino de Jesús
toda la vida.
Esto nos ayudará al meditar la
primera lectura
Meditemos con paz el salmo: Nuestro
auxilio es el nombre del Señor
Y pidamos que el Señor nos auxilie. Para
poder estar salvos de lo malo que nos ampara esta vida.
¿Cuánto me ha dado el Señor? ¿Soy
consciente? Vida, familia, inteligencia, conocer a Jesús, una Institución donde
le conozco y le pueda amar más y mejor. ¿Cómo aprovecho la gracia?
Dentro del año de la Fe: La regla cuatro de los Cruzados nos dice:
El Cruzado vivirá cada día con mayor
plenitud la vida de fe. Pondrá los ojos y su corazón en la Señora, rasgará las
apariencias de cosas, personas y acontecimientos, para descubrir en todos, en
todo y siempre, la realidad de un Dios Padre providente que gobierna
el mundo sirviéndose de sus criaturas. Así se llena de paz inalterable el
sentirse hijo de tan buen Padre.
Pregunto al Señor ¿he recibido
mucho?, ¿cuánto debo darte? Si no puedo, al menos tengo el deseo de amarte.