De la carta de San Pablo a los Romanos subrayo la frase “Y una esperanza que se ve, ya no es esperanza”; quisiéramos comprender por entero a Dios y también a nosotros; esto es algo que nos resulta imposible, que nos supera, porque sólo se puede comprender cuando uno ha llegado a la Vida Eterna. Mientras tanto hay que fiarse, siguiendo las enseñanzas de Jesucristo con plena confianza y esperanza, apoyándonos en María y también ayudándonos con más personas que quieren seguir a Jesucristo y con los sacramentos. Si alguno de estos soportes falla, es cuando nuestra esperanza empieza a cojear.
Una esperanza que no se ve se refleja en muchas situaciones cotidianas: una materia de estudio que no consigo aprender, una persona que pido por que cambie y la veo igual o peor, situaciones que no entiendo y no sé cómo debo actuar... tenemos que saber aguardar.
La mayoría de las cosas, entonces, sólo las podemos comprender en el Cielo, en el Reino de Dios; pero resulta que este Reino tampoco comprendemos cómo es, y sólo podemos acercarnos a su comprensión mediante algunas comparaciones que nos ofrece Jesús, como es en el caso del Evangelio de San Lucas: nos cuenta cómo de un pequeño grano puede salir un arbusto donde además sirva de vivienda para los pájaros; uno ve un grano dos días seguidos y sigue siendo el mismo grano; tiempo después, si hemos trabajado bien, se ha transformado. Vemos una situación o una persona dos días seguidos y sigue siendo la misma, pero si obramos y oramos bien y con esperanza, se habrá transformado.
Pues bien, empecemos con nosotros mismos: nos vemos al espejo y pasan dos días y seguimos siendo iguales físicamente: sabemos que vamos a cambiar, poco a poco. Mirémonos al otro “espejo”, seguimos teniendo las mismas virtudes y los mismos fallos un día que el siguiente, pero este cambio sí que lo tenemos que trabajar nosotros; pero no queramos ser una persona hoy y otra mañana, nos engañaríamos, aunque sí sepamos con plena confianza y esperanza que con la ayuda de Dios, trabajándonos en cada detalle, cada minuto, escogiendo de cada vez el bien y rechazando el mal, nos cosecharemos y, pasado un tiempo, nos habremos transformado. Pero esto nos lo tenemos que creer antes de verlo, y la tarea empieza en la oración de esta mañana acudiendo al Señor para que nos reponga fuerzas.