Durante esta última semana se nos invitaba a vivir según el Espíritu, dejar al Espíritu obrar en nosotros y abandonar las obras de la carne.
Esta semana los santos nos indican el camino y nos siguen gritando que se puede. Se nos llama a levantar la mirada hacia lo alto, que es lo mismo que en la semana anterior.
Lo digo porque vivir en el mundo que es nuestra vocación y conseguir que como dice S Pablo todo nos sirva para bien o lo que es lo mismo encontrar a Dios en todo es bien costoso. Se nos va pegando el barro del mundo en el camino y cada vez, por lo menos a mí, me cuesta mas caminar. No porque sea un gran pecador sino porque voy usando más criterios humanos que divinos, mi mente se va conformando más con lo que valora el mundo y a me veo con muchos deseos mundanos.
Los santos nos ayudan a levantar la mirada, a que miremos lo que ellos miran, a contemplar a Dios. No podemos como dice S Pablo amar a Dios, sino tenemos trato con Él. Si el enamorado deja de tratar con la amada y se dedica a dispersarse con las demás, al final acabará amando a las otras.
Es necesario compartir muchos ratos con Jesús y gozarse con su compañía y con aquello con lo que Jesús goza. La tibieza no puede reinar en una relación de amor, porque sino ¿qué amor apasionado será? Y sino es un amor apasionado, mejor no amar. Los santos han amado apasionadamente.
Pedir al Espíritu que llene nuestros corazones de su ardor.
Da igual que nos sintamos pobres, hoy en la oración pensar que es la pobreza del hombre lo que atrae la misericordia de Dios. Que nuestro vacío de Dios, se puede convertir en un vacío para Dios, para que Él lo pueda llenar.
El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Dejar al Espíritu que hable por nosotros con palabras y obras. Este es el mejor antídoto contra la tibieza.
Luchemos por abrirnos de par en par a lo que el Espíritu nos mueva, que no pueda decirnos Jesús de dónde somos porque no tenemos trato con Él, sino más bien entrar conmigo al banquete eterno que tanto he deseado comer con vosotros.