28 octubre 2013. Santos Simón y Judas Tadeo, apóstoles – Puntos de oración

Hacer nuestra oración diaria acompañados de los Apóstoles siempre es una seguridad porque ellos son la roca de la fe. Fueron amigos del Señor y dieron la vida por el Evangelio. Ya esto nos bastaría para estar un rato de silencio considerando lo que supone vivir junto a Cristo y llegar a dar la vida por Él.

Nos ponemos en la presencia de Dios pidiendo la intercesión de San Simón y San Judas.
San Judas Tadeo es uno de los santos más populares, a causa de los numerosos favores que consigue a sus devotos que le rezan con fe.

Santa Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando deseara conseguir ciertos favores los pidiera por medio de San Judas Tadeo.

A San Simón y San Judas Tadeo se les celebra la fiesta en un mismo día porque según una antigua tradición los dos iban siempre juntos predicando la Palabra de Dios por todas partes. Ambos fueron llamados por Jesús para formar parte del grupo de sus 12 preferidos o apóstoles. Ambos recibieron el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego el día de Pentecostés y presenciaron los milagros de Jesús en Galilea y Judea y oyeron sus famosos sermones muchas veces; lo vieron ya resucitado y hablaron con él después de su santa muerte y resurrección y presenciaron su gloriosa ascensión al cielo.

San Judas Tadeo escribió una Carta que está en la Biblia, en la cual ataca a los agnósticos y dice que los que tienen fe pero no hacen obras buenas son como nubes que no tienen agua, árboles sin fruto, y olas con sólo espumas, y que los que se dedican a los pecados de impureza y a hacer actos contrarios a la naturaleza sufrirán la pena de un fuego eterno. 

Aquí tenemos dos aspectos en los que fijarnos para centrar un poco más la oración.
  1. Nuestra fe tiene que ir acompañada con buenas obras. Sin ella es algo muerto, como nos dice el apóstol San Judas, es como árboles sin fruto.
  2. Por otra parte nos alerta de las malas obras que nos separan de Dios y de la salvación eterna.

Según la antigua tradición, a San Simón lo mataron aserrándolo por medio, y a San Judas Tadeo cortándole la cabeza de un hachazo, por eso a San Simón lo pintan con una sierra y a San Judas Tadeo con un hacha en la mano.

Jesús eligió a sus discípulos. Entre ellos a los dos que celebramos en este día. Jesús nos elige a cada uno de nosotros para que estemos con él y para enviarnos a predicar.

Como todos los santos, ellos son nuestros intercesores ante Dios. Pero también y ante todo, ellos son los grandes modelos para nuestra propia vida. Quieren ser nuestros guías en el camino hacia el Padre.

Ahora, ¿de dónde sacaron estos dos santos la fuerza para vivir esta vida ejemplar? ¿Cuál es el misterio de su vida?

El misterio de su vida se llama Jesucristo. El misterio de su vida es: seguirle a Cristo por todos sus caminos. Desde que fueron llamados por el Señor - tal como escuchamos en el Evangelio de hoy - le siguieron generosa y fielmente, cumpliendo su misión de apóstol. Incluso se fueron a países lejanos y desconocidos para anunciar el mensaje de su Maestro.

También nosotros, en nuestro Bautismo, fuimos llamados, por primera vez, a la imitación de Cristo. Y desde entonces, Dios repitió y renovó esta invitación muchas veces y de muchas maneras. También hoy Dios vuelve a llamarnos, en la fiesta de estos grandes apóstoles.

Seguir a Cristo es penetrar en el camino del amor. Pero quien comienza a amar, comienza a sufrir. Y Jesús nunca ocultó que seguirle es duro. No ofrece seguridad sino riesgo. No nos ofrece caminos de triunfo, sino el fracaso de la cruz. Porque el que le sigue, acepta también la suerte de su Maestro: el sufrimiento y la cruz.


En la vida de nuestros santos apóstoles tampoco faltó dolor y sufrimiento. Lo aceptaron por amor a Cristo. Y siguieron a su Maestro hasta la última entrega: coronaron su vida por el martirio.

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