16 octubre 2013. Miércoles de la XXVIII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración Lc 11, 42-46 – Ciclo C

Al iniciar la oración es conveniente comenzarla con una cierta preparación externa que nos llevará a la actitud interna del conocimiento del Señor, siendo consciente de qué es lo que voy a hacer y ante quién lo voy a hacer.

En el evangelio hay bastantes discusiones de Jesús con los responsables judíos y son estos los que suelen empezar acusando a Jesús. Pero hoy es él quien toma la iniciativa. Los judíos daban la primacía a los ritos exteriores sobre la actitud interior de la persona ante Dios y el prójimo. Cristo acusa a unos de pagar escrupulosamente el diezmo de productos nimios y pasan por alto lo más fundamental: el derecho y el amor de Dios y añade: “Esto habría que practicar, sin descuidar aquello”.

A otros los acusa de que son esclavos de la vanidad y de la ostentación orgullosa. Les encanta ponerse en los primeros puestos y que les hagan reverencias. Es claro que prefieren los honores a servir al prójimo. A otros les acusa de farsantes, que aparentan que son piadosos, pero están lejos de Dios por abrumar a la gente con cargas insoportables, mientras ellos no las tocan ni con un dedo.

Los escribas y fariseos condenados por Jesús se creen sabios y justos; pero, rechazando a Jesús, que es el centro del Reino de Dios, muestran ser necios y estar ciegos a la luz. Por eso caminan perdidos entre la casuística, descuidando lo más importante.

En este tiempo de oración en la presencia del Señor hagámosla en dos partes: una primera mirándonos a nosotros para ver si hemos caído en las actitudes de los escribas y fariseos; si es así, pedir perdón con el convencimiento profundo de que Cristo es rico en misericordia y pedirle fuerzas para volver a empezar de nuevo, sin cansarse nunca de estar empezando siempre, Jesús no se cansará de perdonarnos. La segunda parte de la oración será mirar al Señor y alegarse de cómo es él, de cómo perdona, cómo acoge a los pecadores, cómo anima y da fuerzas a los débiles. Alegrarse de que Jesús sea así y nos haya elegido para trabajar en su viña, que es la Iglesia.

Terminar nuestra oración con una súplica a la Virgen en este mes del rosario para que esta devoción que tanto le gusta a la Madre la recemos por las intenciones del papa Francisco y para que envíe obreros a su mies y que los que estamos en ella trabajemos con Él y como Él.

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