1. Libro de Nehemías 8,1-4a.5-6.7b-12. Entonces Nehemías, el
gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al
pueblo, dijeron a todo el pueblo: "Este es un día consagrado al Señor, su
Dios: no hagáis duelo ni lloréis". Porque todo el pueblo lloraba al oír
las palabras de la Ley.
Emociona saber que “todo el pueblo lloraba al oír la Ley”. Qué gusto dar
ver a las autoridades y a los súbditos –“como un solo hombre”-, unidos,
contentos, alegres, instruyéndose, haciendo suyos los preceptos. ¿Cómo vivo la
autoridad, la obediencia, la comunión?
2. Salmo 19(18), 8.9.10.11. Los mandatos del Señor son
rectos y alegran el corazón... Son más preciosos que el oro..., más dulces que
la miel.
La Ley del Señor libera, alegra, enriquece, llena el corazón de dulzura.
3. Evangelio según San Lucas 10,1-12. El Señor designó a otros
setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran… adonde él
debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son
pocos. Rogad al dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies.”
Gracias, Señor, por haberme elegido para abrirte brecha, para hacerte
sitio, para despejar dificultades y que llegues Tú mismo a sembrar. Sí, el
trabajo es arduo, grande, y los obreros pocos… Gracias por permitirme ser de
los tuyos, de los que deben “rogar al Dueño”.
4. Lo
hago de corazón con Benedicto XVI, en su Mensaje para la Jornada
Mundial de oración por las vocaciones, 07/05/2006
“Rogad al dueño de la mies”Por ello quisiera invitar a todos los fieles a cultivar una relación íntima con Cristo, Maestro y Pastor de su pueblo, imitando a María, que guardaba en su corazón los divinos misterios y los meditaba asiduamente (cf. Lc 2, 19). Unidos a Ella, que ocupa un lugar central en el misterio de la Iglesia, podemos rezar: Padre, haz que surjan entre los cristianos numerosas y santas vocaciones al sacerdocio, que mantengan viva la fe y conserven la grata memoria de tu Hijo Jesús mediante la predicación de su palabra y la administración de los Sacramentos con los que renuevas continuamente a tus fieles. Danos santos ministros del altar, que sean solícitos y fervorosos custodios de la Eucaristía, sacramento del don supremo de Cristo para la redención del mundo. Llama a ministros de tu misericordia que, mediante el sacramento de la Reconciliación, derramen el gozo de tu perdón. Padre, haz que la Iglesia acoja con alegría las numerosas inspiraciones del Espíritu de tu Hijo y, dócil a sus enseñanzas, fomente vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada. Fortalece a los obispos, sacerdotes, diáconos, a los consagrados y a todos los bautizados en Cristo para que cumplan fielmente su misión al servicio del Evangelio. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén. María Reina