14 octubre 2013. Lunes de la XXVIII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Ofrecemos nuestras vidas al Corazón de Cristo, por medio del Corazón Inmaculado de Santa María, nuestra Reina y Madre, todos nuestros trabajos, alegrías y sufrimientos. Y lo hacemos uniéndonos por todas las intenciones por las que se inmola continuamente sobre los altares.

Celebra la Iglesia en este día la memoria libre de San Calixto, griego y esclavo de nacimiento que, posteriormente ocupó la cátedra de San Pedro en el siglo III. Fue el primer papa mártir después de San Pedro, asesinado por el primer antipapa de la historia de la Iglesia, como fruto de la envidia e intransigencia mostrada hacia San Calixto, por tener éste un corazón paternal y pastoral ante la Iglesia pecadora. Mártir. Esto nos hace recordar el acontecimiento que hemos celebrado en Tarragona con la beatificación de los 522 mártires. Es emocionante leer el listado de los mártires: religiosos, obispos, consagrados, laicos,... Es la beatificación más grande que ha habido en España. Todos estos tuvieron la gracia de no avergonzarse de Cristo, de reafirmar su fe hasta la muerte. No sólo a la muerte si no la tortura, cárceles, desprecios, separación de seres queridos, infamias,... Todos estos no se avergonzaron. Esto fue una gracia nacida de su fe en el amor a Cristo (al hermano) y en la vida eterna. Que de este acontecimiento resurja en nuestro interior una petición: Señor, que en el día a día sea capaz de decir sí a las cosas que tú me pides en cada una de las circunstancias de mi vida.

También precisamente, en la primera lectura de hoy, se nos presenta al gran apóstol Pablo, como él se define, el siervo de Cristo, mártir por sus hermanos, especialmente los gentiles. He luchado bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.

Hoy, en el Evangelio, se nos presenta a Jesús que echa en cara a sus paisanos la racanería de sus corazones. Sólo le buscan a él para ver espectáculo y llenar sus barrigas. Piden signos, portentos, cosas fuera de lo común. A mí me cuesta entender cómo aquellos hombres tenían tanta ceguedad para no poder ver en Jesús al Hijo de Dios. Pero cuidado porque Cristo se sigue manifestando hoy también en el mundo, en nuestra vida y, ¿somos capaces de reconocerlo? El Cristo presente en un hermano es tan real como el Cristo presente en la Eucaristía. ¿Somos capaces de verlo? Os animo a pedir en la oración de hoy lo que hemos venido pidiendo desde hace un año: fe. Fe para ver a Cristo en todos los acontecimientos y personas que pasan por nuestra vida. Cualquier cosa buena o atisbo de bondad que aparece en el mundo, aunque proceda de hombres que nunca han conocido a Cristo, proviene del propio Cristo. Todo lo bueno que existe en este mundo o que pueda surgir del hombre, procede del Espíritu de Cristo.

Que cuando seamos juzgados un día no se nos pueda echar en falta que no fuimos capaces de reconocer el amor de Cristo en todas las cosas, acontecimiento o personas. Ardua tarea.

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