- Oración preparatoria hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en pie en presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)
- Petición: Señor, que aprendamos de ti, que eres manso y humilde de corazón.
- Puntos para orar: Imaginar la escena del evangelio de hoy. Meternos en ella a observarlo todo. Jesús habla con los que se le acercan.
Nuestra vida tiene un final. El otoño que nos rodea nos habla de ello. La vida pasa y nuestra muerte, mi muerte se acerca. No sé cuándo ni cómo pero sé cierto que voy a morir.
En la escena del evangelio que meditamos hoy se presentan a Jesús algunos a contarle las últimas noticias: la muerte violenta de unos galileos a manos de Pilatos. Y Jesús aprovecha la noticia para hacernos caer en la cuenta de lo importante. No se para a comentar la noticia superficialmente como podemos hacer nosotros: qué barbaridad, qué injusticia, no hay derecho, que mala suerte, etc. Va a lo esencial. A lo que verdaderamente nos importa en todo momento, a la necesidad de convertirse. Eso es lo que nos debe de preocupar al oír noticias así.
Y después Jesús nos cuenta una parábola para mostrarnos la paciencia de Dios, su paciencia, que mostró en la cruz, y enseñarnos cuál ha de ser nuestra respuesta: la conversión con frutos de buenas obras. La parábola queda abierta. En ella no se dice si al final la higuera fue cortada como estéril. La higuera somos nosotros. La paciencia de Dios aguarda durante todos los momentos de nuestra vida. Seremos al final examinados por nuestros frutos de buenas obras y de amor en la muerte. Y ahí seremos, o echados al fuego o almacenados en el granero, como sugiere otra parábola similar.
Y para ayudarnos en la conversión, hemos sido rodeados de la providencia del Señor, de ese estiércol que podemos no valorar, de esas circunstancias personales, a veces dolorosas o incomprensibles, que podemos ver hasta con asco, pero que son la mano amorosa de Dios invitándonos en el ahora, a dar el fruto que él nos pide.
Por eso, si nos dejamos conducir por el Espíritu, como nos dice San Pablo, seremos vivificados en nuestros cuerpos mortales y podremos esperar la resurrección que, a pesar del otoño de nuestra vida, en que todo parece que tiende a la muerte, sabemos que podemos esperar la primavera de la resurrección que Cristo nos ganó con su Pasión y muerte en la cruz.
- Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría a la Virgen e invocación: “Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.”
- Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.
- Y un propósito: en estos días que quedan del mes de octubre, rezar el rosario como un regalo a la Virgen por la conversión propia y de todos los que me rodean.