Al empezar la oración hay que pedir luz al Espíritu Santo, ponerme en la
presencia de Dios consciente de ante quién estoy y de qué voy a hacer para que
ese encuentro con Él solo sea como todo el día, ordenado en su servicio y
alabanza.
Iniciamos esta tercera semana de adviento en el que preparamos nuestros
corazones para recibir al Señor que viene a redimirnos de nuestros pecados. La
liturgia de esta semana nos repite insistentemente: “Levantad vuestras cabezas,
porque está cerca vuestra redención”. En este ambiente pesimista que respira
hoy nuestra sociedad debemos repetirnos y repetir a todos nuestros hermanos
este anuncio esperanzador que nos trae el apóstol Pablo: “Alegraos; el Señor
está cerca”.
En el rato de oración de hoy os propongo ponernos junto a María y escuchar
de sus labios las palabras: alégrate, Jesús está ya muy cerca, aleja de tu
corazón la tristeza, enemiga de Dios, alza la vista y verás el resplandor de su
gloria, no te mires a ti mismo y, como nos diría el Papa Francisco,
“descéntrate” pues sólo mirando a Jesús que ya viene nos llenaremos de alegría
y esperanza para así comunicarla a tantos hermanos nuestros que están esperando
la gran noticia de que el Señor está ya cerca y de que “El Reino de los Cielos
no está en comer y beber, sino en la justicia, la paz y el gozo del Espíritu
Santo” (Rom 14).
En este tiempo de preparación para la venida de Jesús en nada debemos
buscarnos a nosotros mismos ni cultivemos el egoísmo, eso lo hacen los que no
tienen fe en su venida, que con nuestra sencillez y austeridad anunciemos a
todos los que están a nuestra lado que el Señor ya está muy cerca.
El modelo de espera de este tiempo de adviento es María y san José. Ellos
nos darán luz y fuerza para imitarlos en esa espera, para desprendernos de todo
lo que estorba, para así hacer hueco y pueda nacer el Niño-Dios en mi vida,
pues como nos dice san Juan de la Cruz: “Los bienes inmensos de Dios no caben
ni caen, sino en corazón vacío y solitario”.
Al terminar nuestra oración pedir a la Madre que nos llene de la paz de
Dios, que es la raíz de la alegría y así poder expandir la gran noticia que la
Iglesia está anunciando en este adviento, la gloriosa venida del Señor.
No debemos dejar de hacer un pequeño repaso de cómo se ha desarrollado este
rato de oración; si mal, mirar la causa de donde procede y corregirla; y si
bien, dar gracias a Dios nuestro Señor y poder ir avanzando en este camino de
la oración.