16 diciembre 2013. Lunes de la tercera semana de Adviento – Puntos de oración (Mt 21, 23 -27)

Al empezar la oración hay que pedir luz al Espíritu Santo, ponerme en la presencia de Dios consciente de ante quién estoy y de qué voy a hacer para que ese encuentro con Él solo sea como todo el día, ordenado en su servicio y alabanza.
Iniciamos esta tercera semana de adviento en el que preparamos nuestros corazones para recibir al Señor que viene a redimirnos de nuestros pecados. La liturgia de esta semana nos repite insistentemente: “Levantad vuestras cabezas, porque está cerca vuestra redención”. En este ambiente pesimista que respira hoy nuestra sociedad debemos repetirnos y repetir a todos nuestros hermanos este anuncio esperanzador que nos trae el apóstol Pablo: “Alegraos; el Señor está cerca”.
En el rato de oración de hoy os propongo ponernos junto a María y escuchar de sus labios las palabras: alégrate, Jesús está ya muy cerca, aleja de tu corazón la tristeza, enemiga de Dios, alza la vista y verás el resplandor de su gloria, no te mires a ti mismo y, como nos diría el Papa Francisco, “descéntrate” pues sólo mirando a Jesús que ya viene nos llenaremos de alegría y esperanza para así comunicarla a tantos hermanos nuestros que están esperando la gran noticia de que el Señor está ya cerca y de que “El Reino de los Cielos no está en comer y beber, sino en la justicia, la paz y el gozo del Espíritu Santo” (Rom 14).
En este tiempo de preparación para la venida de Jesús en nada debemos buscarnos a nosotros mismos ni cultivemos el egoísmo, eso lo hacen los que no tienen fe en su venida, que con nuestra sencillez y austeridad anunciemos a todos los que están a nuestra lado que el Señor ya está muy cerca.
El modelo de espera de este tiempo de adviento es María y san José. Ellos nos darán luz y fuerza para imitarlos en esa espera, para desprendernos de todo lo que estorba, para así hacer hueco y pueda nacer el Niño-Dios en mi vida, pues como nos dice san Juan de la Cruz: “Los bienes inmensos de Dios no caben ni caen, sino en corazón vacío y solitario”.
Al terminar nuestra oración pedir a la Madre que nos llene de la paz de Dios, que es la raíz de la alegría y así poder expandir la gran noticia que la Iglesia está anunciando en este adviento, la gloriosa venida del Señor.

No debemos dejar de hacer un pequeño repaso de cómo se ha desarrollado este rato de oración; si mal, mirar la causa de donde procede y corregirla; y si bien, dar gracias a Dios nuestro Señor y poder ir avanzando en este camino de la oración.

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