Hoy es un día
de preparación para la gran fiesta de la Inmaculada Concepción. Por las
vísperas se conocen las fiestas.
“Quien me
halla, alcanzará la Vida…”
“Ahora, hijos
míos, escuchadme. Dichosos los que siguen mis caminos. Atended el consejo y sed
sabios, no lo despreciéis. Feliz el hombre que me escucha, y vela a mi puerta
cada día, y permanece asiduo en sus umbrales. Quien me halla alcanzará la Vida
y gozará del favor del Señor”. (Prov 32, 35) – (P. Morales, Semblanzas,
diciembre p. 60)
Me parece que
en el mensaje de Jesús en el Evangelio, que hoy nos
presenta la liturgia hay un paralelismo con el texto anterior del libro de los
Proverbios.
“En aquel
tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, anunciando el
Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a las
gentes se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como
ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a los discípulos: “La mies es
abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al señor de la
mies que mande obreros a su mies”.
Nos
imaginamos a María recorriendo los “caminos” con Jesús. Le sigue a todas las
partes, con el corazón, aunque permanezca silenciosa en Nazaret,
haciendo en cada momento la voluntad de Dios. Jesús refleja, según recorre los
caminos, el corazón de su Madre y el corazón
misericordioso de Dios. Jesús sentía la presencia de su madre muy dentro. No se
puede quedar con ese fuego que transforma a esta multitud de
personas con las que compartimos este día, paralizadas, extenuadas,
abandonadas... Parece que están sordas al anuncio del Reino. Pero
por donde pasa, se hace presente el Reino de Dios que todo lo transforma. Si
las personas no se mueven, Jesús no deja de caminar a su encuentro, si están
enfermas y doloridas, Jesús, las sana. Jesús me sana. Sana a toda
persona con la que se encuentra y es capaz de mirarle a los ojos. Él nos
conoce por dentro y sabe lo que necesitamos. Lo que a mí me toca es mostrarle
mi necesidad y las de mis hermanos que a veces no reconocen. Se
compadece con todos.
Esta es la
descripción del corazón de una madre llena de ternura. Un corazón que no vive
para sí. Su vida es entrega total. No sabe vivir de otra forma. Es feliz, como
tantas madres, de regalar la vida, perdiéndola. No tiene tiempo para mirarse a
sí misma.
Las palabras
del libro de los proverbios nos despierta para que la
escuchemos: Me dice: - Si quieres ser feliz, sigue mis caminos. No te canses de
escucharme. “Haced lo que Él os diga”. Persevera cada día a mi lado.
¡Es tan fácil ser fiel cuando se está junto a María! Hoy es un día
para perder la cabeza por amor a María. Por el amor que me tiene, que nos
tiene. Hoy, en el día de su fiesta, María Inmaculada, nos ama de
manera especial.
Porque si
estás junto a mí, te encontrarás con la Vida. Sí, la única vida es Jesús. Y
gozarás para siempre de la compañía y del favor del Señor.
“Quien me
halla, encontrará la Vida”. Esta vida es Cristo, el Reino de Dios presente
entre nosotros.