Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino
e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.
Estamos
en tiempo de Adviento. Dios viene y nos está esperando. Nos lo recuerda hoy la
primera lectura del libro del Cantar de los Cantares “¡Levántate, amada mía,
hermosa mía, ven a mí!”. Debemos pararnos y tomar tiempo para reflexionar
adecuadamente: ¿tomo de ejemplo a la Virgen María, en la espera del Señor? Ella es
el ejemplo más perfecto a imitar en la espera de Jesús en el Adviento ya que
fue la que más cerca estuvo de Él, como tabernáculo viviente. Y yo, ¿estoy a la
espera procurando estar muy cerca de Él?, ¿qué me falta?, ¿Por qué no salto de
alegría, como lo hizo San Juan Bautista en el vientre de su madre, cuando se
acerca el Señor, cuando se acerca su nacimiento? Pidamos hoy al Padre que, por
intercesión de la Virgen María, nos dé la gracia de tener un corazón lleno de
ternura y humildad para poder sorprendernos y alegrarnos nosotros también con
la próxima venida del niño Dios.