30 diciembre 2013. Sexto día de la Octava de Navidad – Puntos de oración

Estamos todavía inmersos en la octava de Navidad. En estos días amanece y nos despertamos con los rayos  que irradia la luz que no tiene ocaso.

La luz desde el punto de vista físico, en el plano de lo sensible, nos permite interactuar con las realidades materiales, percibir las formas, colores de las cosas y los rostros de las personas que nos rodean.

Pero la luz que nos llega del niño Jesús que nace en Belén, es la luz de la fe que no tiene ocaso. Es la luz que nos permite reconocer que un Dios se hace hombre en un niño, que lo eterno se hace tiempo, historia. Que lo infinito se hace finito, para dotarlo de infinitud, de eternidad. Todo un Dios se hace hombre, para que el hombre llegue a ser Dios.

Este niño Dios, nos hace descubrir la dignidad que hay detrás de cada hombre.

Esta sería la primera idea de los puntos. Pedir la luz de la fe que nos haga descubrir la dignidad, la grandeza del hombre, la plenitud a la que somos llamados ya desde este momento. Somos hijos en el Hijo.

¿No bastaría esto para asombrarse, para volverse uno loco de felicidad?

Pero esta luz se irradia desde la cueva, sale y llega a todos los hombres. Cualquiera que es alcanzado por ella también la irradia. Los primeros, los pastores, que la llevan a los más cercanos y luego los Reyes que la llevan a países lejanos. Por toda la tierra se  va haciendo la luz, van desapareciendo las sombras. Las cosas y personas son renovadas, comienza una nueva humanidad, una nueva historia. No es de extrañar que la historia se cuente como antes y después de Cristo.

Pero yo querría transmitir una segunda idea en relación a esto último.

El obispo de mi diócesis, tiene la costumbre al inicio de cada curso de regalar a las comunidades y grupos un icono. Este año el icono hace alusión al buen samaritano. A él también le ha llegado la luz de la fe, también ha sido renovado por dentro. Él es capaz de ver en el prójimo algo más y ese acto racional primero, se hace vida a través de su respuesta.

La fe nos lleva a hacer vida aquello que profesamos. La fe no son meras fórmulas que se recitan, sino que afectan todo mi ser y mi actuar. La fe no puede ser un darse cuenta de lo que tenemos y pasar de largo o meditarlo en mi interior. De ahí que la segunda idea que os propongo es cambiar nuestra actitud. Bajarnos de nuestro burro, caballo o de nuestro yo. Dejar mis ideas, concepciones, comodidades.., para ponerse a servir al otro, sin esperar quizás nada a cambio. Eso es Navidad, Dios que sale al encuentro.

Cada uno verá cómo salir y a quién curar. Existen tantas formas y tantas necesidades. Pero podemos repasar hoy en la oración tantas personas y necesidades como las que contemplamos a diario, para que la luz de la Navidad llegue a su presencia. Quizás sea a veces la única manera de que llegue.

Archivo del blog