24 de diciembre – Puntos de oración

Nuestra oración en este 24 de diciembre es una súplica llena de amor y de confianza: “¡Ven, pronto, Señor! ¡Ven, Salvador! La Iglesia te espera con el amor de tu Madre, María; nuestros corazones están preparados para recibirte: ahí están nuestras pobrezas y nuestras miserias clamando por tu misericordia hecha un pequeño niño que nos roba el corazón”. La oración de la Misa de este día no puede tener más esperanza:

“Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de tu amor”.

La primera lectura recoge la gran profecía mesiánica hecha al Rey David: que el Mesías sería de su descendencia, de la casa de David. Por eso a Jesús, se le llama en el evangelio: “Hijo de David”. Es a través de san José, descendiente de David, como Jesús es reconocido como el Mesías en el que se cumple la profecía de Natán a David. Haremos muy bien en pedirle a san José su ayuda para preparar nuestros corazones para recibir esta noche a Jesús. Él fue quien encontró, con tanto apuro, un pesebre para que Jesús naciera a resguardo. Apoyándonos en esta esperanza mesiánica, hacemos nuestra una de las grandes antífonas de esta última semana de adviento:

“Hijo de David, estandarte de los pueblos y los reyes,
a quien clama el mundo entero,
ven a libertarnos, Señor, no tardes ya,
ven pronto, Señor ¡ven Salvador!”

En el evangelio encontramos el cántico de Zacarías al nacer su hijo, Juan Bautista, bendiciendo a Dios por acordarse de su misericordia y suscitar una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo. Entremos en este movimiento espiritual de bendición y de alegría ante el nuevo nacimiento del Hijo de Dios esta noche en el mundo y en nuestras vidas. Recitemos el Benedictus, dejándonos invadir por la fuerza renovadora de la Palabra de Dios.

Y todavía, un paso más, el cántico evangélico celebra al precursor de Jesús, que va delante del Señor preparando sus caminos. Ofrezcámonos a ser como Juan, que anunció la salvación con su palabra y con su vida. Una forma sencilla es procurar que esta noche en nuestras familias esté vivo el acontecimiento que es la causa de reunirnos en familia para una cena especial: el nacimiento de Jesús. Leer el evangelio, encender velas, cantar villancicos, acudir a la Misa del Gallo… Cada uno sabe como “anunciar la salvación” que nos trae Jesús. Sobre todo con una inmensa alegría que sale de los más hondo del alma al celebrar “el nuevo y esperado” nacimiento de Jesús.

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