* Dios ha optado por el hombre y se ha unido a él indisolublemente. La suerte
de los hombres y la de Dios van unidas. Es más que un pacto de amistad. Es más
que un matrimonio de los buenos. Es más que una alianza de amor. Es la unidad
perfecta. "Dios ya no es ni será nunca sin el hombre". Dios tiene
siempre una vertiente humana, una dimensión humana, una identidad humana. Lo
humano ya entra en la definición de Dios. "Y el hombre ya no es sin Dios
encarnado".
La verdadera naturaleza del hombre está
abierta a lo divino y sólo se comprende desde esta posibilidad. Si prescindimos
de ella, el hombre queda sin llegar a su realización. A más humanidad, más
divinizados, más hermanos.
* EI anuncio a
José. Una virgen concebirá al Hijo de Dios, Jesucristo, de la estirpe de David.
El evangelio
de San Mateo pone en escena la dramática situación de San José ante el estado
de su esposa. El relato nos sitúa frente a tres elementos de primera
importancia para la historia de la salvación: La Encarnación del Verbo en la
estirpe de David, la intervención del Espíritu y el papel del que va a nacer y
cuyo nombre, "Jesús", significa "El Señor salva", ya que
salvará al mundo de sus pecados. Todo esto es anunciado por el ángel y la
respuesta a este anuncio es un acto de fe.
Tal tipo de
presentación nos parece muy sencillo. Y de hecho, en el desarrollo de la vida
de esta época, nada cambió, la vida continuó como era, el sol lucía como
siempre, los hombres trabajaban o se divertían, hacían el bien y el mal, nada
cambió. Nada cambió tampoco en apariencia en la existencia externa de José y
María. Esto debe ponernos en guardia para no teatralizar los hechos de la
salvación. Estos hechos respetan el curso de las cosas sin trastornarlo, lo que
nos conduce a veces a minimizarlos. Pero estamos ante un giro decisivo de la
historia del mundo, que va a cambiar y a tomar una significación completamente
distinta; y sin embargo nada aparece al exterior. En la espera, José continúa
haciendo su vida; lleva dentro su drama y también su paz desde su aceptación en
la fe.
Y sin embargo,
he aquí el signo que el Señor da a la casa de David: "El Señor, por su
cuenta, os dará una señal. Mirad: la Virgen está encinta y da a luz un hijo y
le pone por nombre Emmanuel (que significa: "Dios-con-nosotros").
La respuesta
elegida para esta lectura expresa al mismo tiempo la dignidad divina del que va
a nacer: "Va a entrar el Señor: Él es el rey de la gloria. Del Señor es la
tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los
mares, él la afianzó sobre los ríos". Y el salmo 23 continúa cantando las
condiciones requeridas en aquellos que quieran acercarse a ese rey. "El
hombre de manos inocentes y puro corazón".
Es lo mejor
que San Pablo puede anunciar a los Romanos: ha sido elegido Apóstol para
anunciar la Buena Noticia. Esta Buena Noticia concierne al Hijo de Dios: según
lo humano, ha nacido de la estirpe de David; según el Espíritu Santo,
constituido Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte:
Jesucristo nuestro Señor". San Pablo subraya así la estrecha unión entre
la Encarnación y la Pascua, unión que justifica la posibilidad de actualización
del misterio del Nacimiento de Cristo en la celebración de la liturgia.
“Concede, Señor, a tu pueblo perseverancia y firmeza en la fe, y a
cuantos confiesan que tu Hijo, Dios de gloria eterna como tú, nació de Madre
Virgen con un cuerpo como el nuestro, líbralos de los males de esta vida y
ayúdales a alcanzar las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén”