Es tan bonito este tiempo de adviento, lo acompaña el tiempo, los parques cubiertos por una espesa capa de hojas secas, los ocres y amarillos que envuelven la naturaleza y hasta nuestro ser se conmueve y dispone a pensar en la finitud de las cosas. Como si hubieran cumplido su misión, vuelven a la tierra humildemente. Os recomiendo hacer paseos, marchas, convivencias por estos lugares. Solo en su presencia a e alma se eleva y a ver cómo todo se acaba, surge la palabra mágica de este tiempo: ¡VEN, SEÑOR JESÚS! ¡MARAN ATHA!
Es la gran noticia: ¡EL SEÑOR VIENE PARA SALVARNOS! Sólo nos pide que creamos. ¿Crees esto? Entonces estás salvado.
La liturgia se esfuerza en ponernos en estado de alerta para Que velando, orando y alabando esperemos al que deseamos que venga. A descubrir el valor de os bienes eterno y poner en ellos el corazón.
Pongámonos en la presencia del Señor en este rato de oración y en todos los tiempos que tengamos de oración que debemos dedicar a preparar la espera: Nos trae la paz y la vida eterna. Si toda la naturaleza se prepara, ¡cuánto más no debemos hacerlo nosotros.
Nos vamos a la gruta de Nazaret, donde la Virgen recibe la visita del ángel, donde algunos de nosotros hemos tenido la gracia de estar: “AQUÍ, VIVIO MARÍA, AQUÍ LA VISITÓ EL ÁNGEL, y nos ponemos a su lado y e pedimos que nos ayude a prepararnos como Ella lo hizo y nos irá indicando a cada uno según su espíritu. Pero seguro que no se te ocurre dejarla solo ni un momento: “A tu lado Madre que esperas su nacimiento. Queremos que también nazca en nuestros corazones, en el de todos los hombres”. Cómo se resolverían todos los problemas, los tuyos, los míos, los de todos. Si se viviera la Navidad…
VEN
La “V” de vida, necesitamos que nos traiga vida, vida eterna, que nos libre del pecado y de la muerte. Estamos hastiados de una vida sin sentido, sin una meta a alcanzar; vemos como todos se mueven por intereses bastardos de dinero, fama, poder o sexo. Mientras nuestro corazón ansía algo más grande: “Para mayores cosas he nacido” y estas las vemos realizadas en la fe en Cristo, nuestro salvador.
La “E” de Espíritu, del Espíritu Santo que mueve nuestro interior y en cuya biblioteca, debemos movernos. Ilumina nuestros pasos, nuestras decisiones, nuestros gestos y palabras. Y me gustaría detenerme en una que nos pone la liturgia de este día en la lectura de Isaías:
“Los oprimidos volverán a alegrarse con el Señor, y los pobres gozarán con el Santo de Israel; porque se acabó el opresor, terminó el cínico ; y serán aniquilados los despiertos para el mal, los que van a coger a otro en el hablar, y al que defienden en el tribunal con trampas y para nada hunden al inocente”.
El profeta parece que está haciendo una radiografía de nuestra sociedad, ese estar despiertos para el mal y coger a otro en el hablar son nuestros vicios.
La “N” de Navidad; quien conoce el sentido de la Navidad, l h vivido, se ha preparado para recibir al Salvador, añora que llegue porque es un tiempo especial para el perdón, y es que ha parecido la bondad, el amor, el Señor.
Acabemos nuestra oración diciendo con la Virgen: “Aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. El transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa.