“Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto”
De acuerdo a un relato del Evangelio de san Mateo (2, 13-18), el Rey Herodes mandó matar a los niños de Belén menores de dos años al verse burlado por los magos de Oriente que habían venido para saludar a un recién nacido de estirpe real.
A partir del siglo IV, se estableció una fiesta para venerar a estos niños, muertos como "mártires" en sustitución de Jesús. En la iconografía se les presenta como niños pequeños y de pecho, con coronas y palmas. La tradición oriental los recuerda el 29 de diciembre; la latina, el 28 de diciembre. La tradición concibe su muerte como "bautismo de sangre" (Rm 6, 3)
No podemos hacer la oración de este día sin ponernos al lado de estos pequeños que mueren por causa de Jesús.
Brotan en el corazón dos sentimientos distintos:
1. Por un lado el agradecimiento a estos niños que, sin saber muy bien lo que pasaba, fueron capaces del mayor acto de amor, que es entregar la vida.
2. Por otra parte surge como una rebeldía porque se actúa contra inocentes y débiles en aras de conservar un poder terrenal. ¡Y así tantas veces a lo largo de la historia!.
Todo esto ocurre en el momento histórico del Nacimiento de Jesucristo, que viene a salvarnos a todos, desterrando toda violencia entre los hombre.
No entendemos, no comprendemos. Solamente tratamos de amar.
El baño de sangre es un simple asunto administrativo, aunque cuando pase un tiempo falten hombres para la siembra, sean escasos los brazos para segar y no haya novios para las muchachas casaderas; hoy sólo será un dolor pasajero para las familias sin nombre, sin fuerza, sin armas y sin voz. Unas víctimas ya habían iniciado sus correteos, y balbuceaban las primeras palabras; otras colgaban todavía del pecho de sus madres. Pero para Herodes era el precio de su tranquilidad.
Pedimos al Señor con una gran fuerza de intercesión para que cesen todos los odios y violencias en la humanidad. Que los inocentes, nacidos o por nacer, no sean agredidos en su bien más preciado que es la vida.
La oración de hoy nos la marcan estos niños. Junto a ellos nos queremos colocar para experimentar la cercanía de Dios.
San José juega un papel discreto e imprescindible en un momento tan difícil para la Sagrada Familia. El Padre, por medio del Ángel, le encomienda evitar que le alcance la masacre que se va a lleva a cabo.
Le pedimos a María que nos dé un corazón sencillo, pequeño, transparente, como el de estos mártires para que nuestro acceso a Jesús sea claro y valiente como el suyo.
Que Dios bendiga a cada uno en este tiempo de Navidad.