10 marzo 2014. Lunes de la primera semana de Cuaresma – Puntos de oración

La lectura del evangelio de hoy corresponde al conocido capítulo 25 de san Mateo sobre el juicio final, que ha de ser para nosotros objeto de meditación frecuente, y sobre todo en estos días de Cuaresma. Pidamos luz al Espíritu Santo para que nos ilumine el sentido concreto de este pasaje, su concreción en nuestra vida, nos aumente la fe para descubrir a Jesús en los demás, y nos alcance fuerza para cumplirlo.

Como puntos de oración nos puede venir muy bien el comentario que escribió Abelardo de Armas sobre este pasaje en la revista Estar (Aguaviva del número de agosto de 1977), y que tituló: “Venid, benditos de mi Padre”.

«Escribo para todos aquellos que trabajan por la extensión del reino de los cielos, por la expansión de la Iglesia. Lo hacen entre sudores y lágrimas, pero un día recogerán los frutos con el gozo del que recoge ciento por uno.

¡Qué placer será haber sembrado tierra y recoger cielo!

¡Cuánto gozo con Cristo gozoso, que ve que no se perdió su derramamiento de sangre!

¡Con qué mirada alegre los mirará! ¡Y con qué dulzura les dirá: “Venid, benditos de mi Padre”! Venid ¿Adónde? A mí, vuestro Dios. Yo seré vuestro descanso y vuestra alegría. Porque trabajasteis por mí y sufristeis por mí. Me acompañasteis con la cruz y en la cruz. Cumplíais mis mandamientos y ni por prosperidades del mundo ni por persecuciones os apartasteis de Mí…

Vosotros no podéis temer el juicio. Pues el juez que te juzga es aquel que escogiste por amigo y a quien seguiste pisando sus huellas de pies llagados.

Mi Padre no juzga a nadie, porque todo el juicio lo dio al Hijo (cf. Jn 5, 22).

Da gracias a Dios por haberte dado este juez que sabe de enfermedades y dolores. Que fue tentado para con su experiencia ser piadoso.

“Si va seguro a juicio quien tiene a su padre por juez; ¿cuánto más seguro estará quien es cuerpo del mismo juez?” (San Juan de Ávila).

Somos parte del cuerpo de nuestro juez. Podemos estar seguros de que no dará sentencia contra los que, en medio de miserias y debilidades, quisimos serle fieles.

Eres parte de Jesucristo. Miembro suyo. Y Él es tu Juez. Vive, pues, en perpetuo agradecimiento a este Señor que tanto te amó y te ama. Pero pídele cada día que no consienta que rompas tan dulce unión.

Dile a la Virgen que te meta en el Corazón de Jesús y Ella te cobijará allí, en el refugio más seguro.

“¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Yo tampoco te condeno” (Jn 8, 11). Te dirá: “Ahí tienes a tu Madre” (Jn 19, 27). Tómala por tuya».

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