29 marzo 2014. Sábado de la tercera semana de Cuaresma – Puntos de oración

Podemos hacer la oración de este día pidiendo tres cualidades al Señor: conocimiento de uno mismo, humildad y confianza.

El ser humano debe conocerse a sí mismo; le ayuda a dominarse, a moldear su carácter, a prevenir lo que va a decir y hacer; este proceso dura toda la vida. Cuando establecemos una relación con Dios de oración, amistad y entrega, Él nos abre la inteligencia para comprenderle, conocernos a través de Él y poder servir a los demás en Él; y a medida que nos vamos autoconociendo, vislumbramos una “semilla” en el fondo de nuestro interior que nos vuelve a Él y nos habla de su plan para con nosotros. No debemos confundir el conocerse a sí mismo traspapelando el cómo me imagino que soy o cómo me gustaría ser; son niveles distintos: tengo que conocer mi situación real, cómo soy y aceptarme y quererme, aunque luchando para mejorar; y cuando me ponga frente al espejo de la oración, veré que hay una distancia del cómo me imagino a cómo soy (al igual que cuando nos oímos en una grabación); y aún hay mayor diferencia de cómo soy a cómo me gustaría ser, pero hay que compararlo con cómo quiere Dios que sea, y aquí estamos ante una elección, ante una bifurcación en la que tenemos que descifrar su idioma (el del silencio del Amor) y escoger uno de los dos caminos.

Cuando nos vamos descubriendo, vemos cualidades positivas y también otras negativas, unas coinciden con algunas personas y otras no; el conocimiento de las negativas no es motivo para hundirse en la desesperación o tristeza, o en el enfado o reproche, pero tampoco en el abandono u olvido de éstas cayendo en dejadez, en pesimismo y finalmente en abulia. Igual para las positivas: estamos ante un camino con precipicios a ambos lados, no vayamos a caer en la apariencia, en la autosuficiencia, en el orgullo, en el individualismo o también en el activismo con el freno estropeado. Llevémoslo todo a la oración, y todo en las cosas grandes y las cosas chicas, lo cotidiano y lo extraordinario, y todo con humildad: ¿qué le vamos a contar al Señor que él no conozca? ¡Pero cuéntaselo! Hay que tener la humildad de hacerlo; porque en esto consiste en conocernos a través de Dios, que cuando le cuentas “tu vida” es Él quien te la está contando a ti; si no le hablas no te conoces. “¿Qué te parece?” Humildad, transparencia... así de claro hay que ser con Él, y en Él a los demás. Y después de contarle “tu vida”, escucharle, por supuesto; y estar un rato a solas los dos.

Y ahora viene nuestro alivio: el depositar por entero nuestra confianza en Dios. “Hágase según tu voluntad”; todo lo que sucede tiene su sentido. Esto nos da una seguridad y fortaleza tremendas: el ver que yo no puedo pero con la ayuda de Dios sí, que no sé cómo va a ir una situación pero con la confianza puesta en el Señor, ya tengo tranquilidad. Conviene también trabajar la confianza en los que me rodean y en el ser humano en general; Dios nunca la ha perdido. Y entonces es cuando conozco las obras del Señor, y me reconozco a mí mismo como ese “instrumentillo” puesto en marcha, que tiene que seguir avanzando.

Con humildad y confianza ora al Señor para conocerte cada día un poco más y ponerte al servicio de los demás. En compañía de María, quien nos abraza al Padre. En este mes de San José que está terminando, pidámosle que nos lleve a María, imitándola en sus virtudes, y por María a Jesús.

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