Acabamos de iniciar la Cuaresma. El Señor nos quiere preparar para hacer presente en nosotros el Reino de Dios. Aceptar la presencia de Jesús en nuestras vidas es ponernos bajo su mirada.
Si nos ponemos bajo su mirada nos inunda de paz y nos invita a estar con Él en un lugar tranquilo para “escucharle y ser curados de nuestras enfermedades”. Sí nos puede curar de todas nuestras enfermedades. Y la peor enfermedad es creer que estoy totalmente sano. Y por tanto no tengo que pedir cita al “médico”.
Pero si hago silencio en estos minutos de oración pronto comprobaré que estoy enfermo, con limitaciones en el cuerpo y mayores en el espíritu.
Debo pedir a Jesús la luz para verme pecador y a la vez la fuerza para retornar a Él, para convertirme de nuevo. Si acepto esta realidad ya estoy muy cerca de la salvación, necesito ser curado, salvado.
Debemos de saborear el salmo 50, el que recita el rey David después de reconocer sus propios pecados de adulterio, de asesinato…
Pero David, aunque ha pecado mucho también ha aprendido a mar sin límites.
Lo refleja en el salmo que hoy recitamos:
“Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias”
“Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
Lava del todo mi delito, Limpia mi pecado”.
En el evangelio de san Mateo; “Se acercaron los discípulos de Juan (el Bautista) a Jesús, preguntándole: -“¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?” Jesús les dijo: -¿es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán”.
Jesús a una pregunta contesta con otra pregunta. Y yo ¿Qué puedo contestar?
Quiero reconocer que en la cuaresma es el momento oportuno para conocer, acercarse a Jesús y vivir en su presencia. Después en la Pascua nos dará la contestación Jesús: “porque el que viene a mí no tendrá más hambre y el que cree en mí no tendrá más sed”.
Vamos a preguntar a María que nos explique esas preguntas de Jesús y podamos contestar con nuestra vida. Deseamos ser cántaros que sacien la sed de muchas personas sedientas… porque Jesús vive en mí.