Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.
Hoy en la oración te llamo a mirar en tu interior y a descubrirte, en la presencia del Señor. Mira dentro de ti y pídele que te ilumine. Examina tu vida. ¿Cómo es tu relación con tus hermanos, con los que te rodean? ¿Te molestan sus dones y tienes envidia, como tenían los hijos de Israel, de su hermano José? ¿Te enfadas con Dios porque no tienes lo que te apetece y no le das gracias por todo el bien que te ha hecho? Aprende a aceptar cómo Dios te ha hecho y potencia los dones que Él te ha dado para ponerlos al servicio del hermano. Sólo así se puede ser feliz.
En ese hermano que te molesta y del que tienes envidia también está Cristo, y Cristo es la piedra angular de tu vida. Por lo tanto si no amas a tu hermano y no te entregas a él, rechazas a Cristo; y si rechazas a Cristo, tu vida no tiene sustento porque no la soportas sobre lo más importante.
Pregúntate por lo tanto: ¿Es Cristo la piedra angular de mi existir? ¿O es una piedra más de ese edificio que es mi vida?
Que la Virgen María interceda por nosotros y nos ayude a convertir nuestro corazón en esta Cuaresma llevándonos de la mano en nuestro caminar por el desierto.