12 septiembre 2014. Viernes de la XXIII semana de T.O – El Dulce Nombre de María – Puntos de oración

Hoy celebramos el santo de la Virgen, su nombre. Y con él celebramos también el santo de la Milicia, porque es Milicia de Santa María. Por eso al comenzar nuestro rato de oración vamos a alegraros con María, como le pidió el ángel en la Anunciación: “Alégrate, llena de gracia”.
El nombre de la Virgen, María, esconde un misterio lleno de gracias para toda la Iglesia. Esta festividad se instituyó a comienzos del siglo XVI con el objeto de que los fieles encomendasen a Dios, por intercesión de su Santa Madre, las necesidades de la Iglesia. De ahí se extendió a toda España y en 1683 el papa Inocencio XI la amplió a toda la Iglesia de Occidente. El papa lo hizo como acción de gracias por el levantamiento del sitio de Viena por parte de los turcos y su derrota frente a las tropas cristianas, encabezadas por el rey de Polonia, Juan Sobieski. María salió al paso ante la llamada de sus hijos en un momento crucial de la historia de Europa. Ella también sale a nuestro encuentro y nos ampara en los momentos difíciles de nuestra vida.
Por ello, no dudemos en encomendarnos a ella, pronunciando su nombre, en todas las situaciones importantes de nuestra vida, delicadas, difíciles o alegres. Y empecemos haciéndolo en nuestra oración de hoy, saboreando esta frase del evangelio de san Lucas que ha de resonar también en nuestro interior durante todo el día:
“Y el nombre de la Virgen era María”
El padre Tomás Morales, en los puntos que nos ha dejado para este día de la Virgen, va desgranando distintos significados del nombre de María. He aquí un breve resumen de las ideas que nos quiso dejar, pues pueden ayudarnos a vivir todo el día en intensa oración con María: «con el dulce nombre de María siempre en el corazón».
María, Esperanza. Arco iris de ilusión y anhelo que une el cielo con la tierra.
María, iluminada. Llena de luz y transparencia, pues sostiene en sus brazos a la luz del mundo. María, iluminada y pura, nos embriaga con el aroma de su pureza incontaminada.
San Bernardo, entusiasmado al mirarla, cantaba un día la salve con sus monjes en uno de esos anocheceres misteriosos, llenos de melancolía y esperanza, con que los cistercienses despiden el día rodeando a la Virgen. Al llegar a la petición final: «Después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre», Bernardo sólo sigue cantando lleno de júbilo, loco de amor: «¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!» Desde aquella histórica noche, la salve, «ese quejido de angustia, y cántico también de esperanza y amor » queda completada para siempre.
María, Estrella del mar. En las tormentas de la vida, cuando la galerna ruge y encrespa las olas, cuando la navecilla de nuestra alma está a punto de naufragar: Dios te salve, María, Estrella del mar. La estrella irradia su luz sin corromperse. María es la noble y brillante estrella que baña en su luz a todo el orbe. Es la Estrella bella y hermosa reluciendo en las tinieblas del mundo y marcándonos la ruta del cielo.
A ti, militante de la Virgen que todavía peregrinas hacia la patria, San Bernardo te dice en este día del Santísimo y Dulce Nombre de María: «No apartes tu mirada del resplandor de esta Estrella, si no quieres sucumbir entre las olas del mundo. Cuando soplen los vientos de las tentaciones o te abatan las tribulaciones, mira a la Estrella, invoca a María. Cuando olas furiosas de soberbia, ambición o envidia amenacen tragarte, mira la Estrella, invoca a María. Si la ira, avaricia o impureza quieren hundir la nave de tu alma, mira a la Estrella, llama a María. Si, desesperado por la multitud de tus pecados, anegado por tus miserias, empiezas a desconfiar de tu salvación, piensa en María. En los peligros, en los sufrimientos, en tus trabajos y luchas, piensa en María, invoca a María. Que su nombre no se aleje de tu corazón ni se separe de tus labios.»
“Y el nombre de la Virgen era María”

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