El evangelio
de este domingo nos puede alentar a reconocer que somos pecadores e imitar a nuestro
Padre a ser compasivos y misericordiosos.
Ponte en la
presencia del Señor y lee con detenimiento este texto tal como lo dejó escrito
Abelardo y publicado en “Agua Viva”.
La anécdota
que transcribo y da lugar a esta reflexión, se atribuye a Cronin, famoso
novelista inglés, convertido al catolicismo.
Viajaba en
una ocasión en un tren. En su departamento viajaba también un joven que
parecía estar muy nervioso. Cronin le preguntó si le pasaba algo.
Vengo de la
cárcel –respondió el joven-. Durante nueve años he vivido encerrado entre
rejas, lejos de mi familia. Cometí unos delitos que avergonzaron a mis padres…
Ahora me han dado la libertad y vuelvo hacia ellos. En todo este tiempo no he
sabido nada de mi familia. Si bien ahora al darme la libertad, les he escrito
una carta pidiendo perdón. Les decía que, si me perdonan, cuelguen en el
manzano que hay en la huerta de casa, una cinta blanca… Va a pasar el tren por
delante del jardín. Si veo esa cinta en una rama visible, entenderé que me
perdonan. Si no, pasaré de largo. Ya sólo faltan dos pueblos para
que lleguemos al mío, y estoy muy inquieto”.
Hubo una
pausa angustiosa mientras el tren se acercaba implacable a su destino. Entonces
el joven me hizo esta petición: “por favor, la próxima tapia que viene es la
finca de mi padre. No me atrevo a mirar, ¡no puedo! Tenga la bondad de mirar
usted…”
El joven
recogió la cabeza entre sus manos mientras el tren comenzaba a rebasar la
tapia. Cronin miraba tenso por la ventanilla. Dio un salto y cogió al muchacho
por los brazos. Le sacudió y dijo: “¡Hijo, mira! ¡Mira el manzano!”
El muchacho
levantó la cabeza y miró. No daba crédito a lo que veía. Colgadas de cada una
de las ramas del manzano, había una cinta blanca. Eran docenas de cintas. Sus
padres le perdonaban y le perdonaban con generosidad desbordante.
Reflexión que
hace Abelardo:
“Dios perdona
así. Arrojémonos en sus brazos. Está desando comunicarnos su perdón. Y nos lo
dará. Vayamos a Él sin miedo.
Aunque el
panorama interior de nuestras vidas te empuje a la desconfianza, ¡mira a la
estrella, invoca a María! Mira a Jesús crucificado que te espera con los brazos
abiertos. Y sin gracia divina tú no estás en esta situación, a tu alrededor
muchos hombres se encuentran alejados de Dios. Anímalos a volver a la casa del
Padre. Te lo agradecerán inmensamente y tu gozarás con el gozo de ellos”.
¿Qué te ha
dicho este texto? Léelo muy despacio las veces que lo necesites. Así es el
corazón de Dios. Él sepulta todos mis pecados en el profundo abismo
de su amor. Sólo espera de nosotros que nos reconozcamos lo que somos,
criaturas, pecadores que pedimos perdón.
Así termina
el Evangelio de hoy:
Os aseguro,
además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir
algo, se lo dará mi Padre del cielo. “Porque donde dos o tres están reunidos en
mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.