25 septiembre 2014. Jueves de la XXV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

San Ignacio da unos cuantos consejos a todos aquellos que quieran adentrarse en el conocimiento de Dios y en el trato íntimo con Jesús mediante el ejercicio de la oración. Estos consejos se conocen como adiciones ignacianas y hoy os voy a comentar dos de ellas. La 3ª adiciónvale para cualquier tiempo de oración. San Ignacio dice que: cuando vaya a la oración piense a dónde voy y a qué, y alzando el entendimiento arribaconsiderar como Dios me miraEs muy importante para Ignacio marcar el comienzo de la oración. No estoy solo, no es lo mismo estar solo que estar en la presencia de Dios. Cuando entramos diciendo: Abba, Señor, lo que quieras, como quieras; entonces ese deseo arrastra toda la oración, pase lo que pase, aunque nos duela la cabeza, aunque no sintamos nada o estemos muy cansados.

Hace pocos días que hemos comenzado el otoño. En España es una estación deliciosa. Con las primeras lluvias de septiembre se suavizan las elevadas temperaturas estivales y enseguida el campo empieza de nuevo a verdear. Los árboles dejan caer sus hojas añadiendo tonos amarillos, rojos y marrones al paisaje. La naturaleza nos atrae y nos lleva hacia la contemplación de la obra de Dios; y la Iglesia por medio de la liturgia nos invita a una reflexión serena sobre el sentido de la vida, la caducidad de las cosas y a poner la mirada sobre aquello que no pasa, es decir, sobre la vida eterna.

La primera lectura de hoy es claramente otoñal. Es del Eclesiastés (Ecl 1,2-11) libro inspirado de tipo sapiencial que recoge gran número de máximas y sentencias del pueblo judío. Las de hoy son de las más conocidas y no necesitan especial aclaración. Podemos meditarlas pausadamente:

"Vanidad de vanidades, todo es vanidad" (1:2),

"Las generaciones de hombres vienen y van, pero la tierra permanece" (1:4)

"Todos los ríos terminan en el mar, y el mar no se llena" (1, 7)

"Lo que fue, eso será. Lo que ya se hizo, eso es lo que se hará; no se hace nada nuevo bajo el sol" (1:9)

El evangelio de hoy (Lc 9,7-9) nos presenta la vana curiosidad del rey Herodes acerca de Jesús. No hacía mucho que Herodes había mostrado cierta simpatía por Juan el Bautista. Ciertamente no porque le interesase su mensaje sino tal vez porque su fama de profeta daba prestigio y reconocimiento al reino de Judea. Sin embargo, ante la más mínima oposición lo metió en la cárcel y después por quedar bien ante sus invitados lo mandó decapitar. Ahora escucha los rumores de que ha surgido un nuevo profeta que es muy poderoso porque hace grandes milagros. Al oír hablar de milagros, piensa en divertirse viendo esas novedades y por eso nos dice el evangelio que Herodes “tenía ganas de verlo”.

Nosotros también queremos ver a Jesús pero por motivos muy distintos. Jesús es para nosotros el rostro humano de Dios. En sus gestos de bondad se nos va revelando de manera humana cómo es y cómo nos quiere Dios. En sus palabras vamos escuchando su voz, sus llamadas y sus promesas. San Juan Pablo II gustaba decir que Jesús es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre.

Y para terminar la oración, brevemente os voy a presentar la 5ª adición de San Ignacio sobre la oración. Dice así: “Por espacio de un cuarto de hora, bien sea sentado o bien paseándome, miraré cómo me ha ido en la contemplación o meditación. La evaluación es absolutamente necesaria donde se busca progreso.

Nos podemos preguntar: ¿cómo me ha consolado Dios, qué ha pasado en la oración, en qué ha consistido mi encuentro, cómo lo he vivido, cómo se ha hecho presente el Señor en este rato de oración, cómo he percibido su Palabra?

No se acaba la oración, se vuelve a ella.

Archivo del blog