Siendo sábado tenemos un motivo más para
hacer de una manera especial nuestra oración mañana de la mano de la Virgen
bajo la advocación de Guadalupe de España a la que “tantos hijos antes de salir
como emigrantes hacia otros países, venían a postrarse ante la imagen y junto
con las generaciones de esta tierra de España, caminaba también María, la Madre
de Cristo. Y en los nuevos lugares donde habitaban, ella saludaba en
el poder del Espíritu Santo, a los nuevos pueblos que respondían con la fe y la
veneración a la Madre de Dios”. (Palabras de Juan Pablo II en
su visita a Guadalupe, 4 nov.1982).
Un
santuario con tanta riqueza histórica donde encontramos un compendio, desde su
nacimiento casi hasta nuestros días. Invito a leer la semblanza que hace el P.
Morales sobre esta fiesta que entusiasma por las gestas que se han llevado a
cabo bajo su protección y la cantidad de personajes que han pasado a darle las
gracias y muchos se han quedado. Por eso es “Madre de la Hispanidad” donde se
fragua la unidad que saltará al mundo que muestra la “Morenita” en su mano
derecha mientras en la izquierda protege al Niño. Basten algunos rasgos: Gil
Cordero es un pastor que encuentra la imagen a quien se aparece junto al
Guadalupejo que notifica los clérigos de Cáceres. Según una vieja
leyenda fue tallada por san Lucas, el pintor de la Virgen (ningún evangelista
nos ha dado tantos detalles de ella) que traen a Roma y por su intercesión se
corta una peste que contagia la ciudad en tiempos de Gregorio Magno que después
envía a San Isidoro de Sevilla a través de su hermano S. Leandro para que
rigiese los destinos de España, recién convertida. Para protegerla
de la invasión sarracena, llevan la imagen a ocultarla en este lugar que Ella
se eligió: en el corazón de Extremadura, en las estribaciones de los Montes de
Toledo, cerca del pico de las Villuercas, en la Sierra de su nombre, en la
divisoria de aguas del Tajo y Guadiana, entre robledales bravíos, encinares,
castaños y olivos, un rincón paradisíaco al que tuve la oportunidad
de conocer y que dejó una honda impresión en mi alma. La Virgen me estaba
esperando como a tantos. Sentí que me invitaba a seguirla, con su
sonrisa llena de señorío, nos enseña que además de Madre, es Reina, simboliza
la Maternidad Divina.
Quien
no haya experimentado una gracia así, le invito que vaya por allí. Yo no
pensaba que la tenía reservada para mí tan tarde, pero no podré olvidarlo.
Tanto es así que todas las mañanas la recuerdo con su sonrisa irresistible, al
pedir por los misioneros. Tantos han pasado por allí antes de emprender el
viaje que quizá nunca iban a regresar, que Ella les estampaba su sello de
fidelidad de Madre.
Es
Madre de una nación que nace ante la cual no cabe otra actitud que la de darle
gracias como hacen los Reyes Católicos, justo a la vuelta de la conquista de
Granada: “Se nos entregó la ciudad de Granada con todas sus fuerzas y sus
tierras, para que hagáis gracias a Dios Nuestro Señor que tuvo por
bien de vos oír , y dar en esto el fin deseado…”le escribían al prior el 2 de
enero 1492 y el 9 de junio se presentan los Reyes en Guadalupe para dar gracias
a La Morenita y ofrecerles valiosos trofeos de la batalla” Así nos lo dice el
P. Tomás Morales en la semblanza.
Que
mañana en la oración, el encuentro con La Virgen de Guadalupe nos muestre a
Jesús, fruto bendito de su vientre y podamos decir con el aleluya de la misa:
“El que me hablare, hallará la VIDA y alcanzará del Señor la
salvación”.
Quizá
nos ocurra como a Juan de Dios que, aconsejado por Juan de Ávila y escuchando
sus sermones se convirtió; le aconseja a Juan de Dios peregrinar a Guadalupe
para que María le indique su vocación y la Virgen le dice: “Juan de Dios,
vísteme a Jesús, y así aprenderás a vestir a los pobres enfermos”. Como podemos
ver, la Virgen nunca falla y nos da la respuesta. Que mañana nuestro encuentro
en la oración sea así de fecundo y acabemos dándole gracias: Gracias, Madre
buena, de la sonrisa, Morenita, Virgen de Altamira.