La muchedumbre tiene ganas de oír al Señor, ¿por qué será? ¿Qué esperan oír de Él? ¿Les acaricia lo oídos? En todo caso me los imagino; es temprano, hacia las 8 de la mañana y se va corriendo la voz de que el Maestro ha dormido en el pueblo. Alguien le ve por la orilla y enseguida se lo dicen unos a otros… Y se forma una mancha de gente. Yo estoy con ellos. Quiero oír sus palabras.
Jesús empieza a hablar, pide que se sienten, se siente agobiado, todo un barullo hasta que por fin se sube a una barca. Se encarama, manda sentarse a la gente y él también se sienta. Si te acuerdas de la meditación de Dos Banderas de Ejercicios, el demonio está en un “una grande cáthedra de fuego y humo”. Jesús es muy distinto se sienta, tranquilo y empieza a hablar. ¿De qué les hablaría? Puedes quedarte un rato pensando en esto. Para mí que les diría algo de las bienaventuranzas: Bienaventurados los pobres, los que ejercen la misericordia en su misma familia… ¿tú le escuchas, estás encantado con practicar lo que nos dice? A mí sí que me gustaría estar en una de las filas delanteras y Abrir los ojos para escuchar, como en Misa. NO. Mucho más, aunque cada vez soy más consciente de la importancia que tiene la Homilía.
¿Cómo actuaría su Madre, si es que estuviese allí?
Puedes pensar el “rema mar adentro”, la obediencia a las instrucciones de Jesús y su fruto milagroso.
Quiero fijarme ahora en el final: Al toque, sacan las barcas hasta la orilla y dejándolo todo le siguieron. ¡Cómo me gustaría a mí seguir al instante las sugerencias de Jesús! ¡Dame fuerzas mi Dios y mi hermano!
Puedo ver un par de ejemplos, ante todo el de María que presurosa se va a ayudar a su prima porque entendía que era lo que Dios quería y el del mismo Jesús que cuando camina hacia Jerusalén, hacia la Pasión, se pone a andar deprisa y a los discípulos le cuesta seguirle. ¡Si yo hiciera algo parecido…!